Leer las flores del mal sin interrupciones es agotador; las manos me tiemblan como las de los jóvenes poetas, lánguidos, que llenaban sus almas de opio; me siento agotado y vivo a la vez: rebosante de profundidad, volcado, vomitando efluvios de estrellas sobre mi abrumado corazón. ¡Y es que el veneno, los vampiros, la belleza resplandeciente…sigue leyendo