Esto es lo primero que escribo en mi nueva casa: escucho a Sinéad O’Connor; hace unos momentos la veía ensayando para el concierto del treinta aniversario de Bob Dylan, en 1992; el pelo corto, al ras de la cabeza, y sus rasgos de ángel, con una playera larga y unos pantalones de mezclilla, parada frente al micrófono soltando suavemente, “I believe in you, even troug the tears and the laugther”. Sus pestañas de ángel, sus ojos de ángel, sus pupilas de ángel se dilatan suavemente, poco a poco, como una estrella pulsando lentamente el cielo. Quisiera poner mis labios sobre los suyos y decirle que la amo, y tumbarme en el piso de mi nueva casa en la colonia postal, con las luces apagadas, sobre la alfombra, y tomarla de la mano mientras escuchamos una canción de Tom Waits. Hold on. Y justo cuando la voz de tumba de Tom dice, “if you shared my name you share my bed”, besarle el cuello, sumergir mi cabeza en él y respirar todos sus sueños y cada canción y cada nota que ha salido de su garganta.
Pero Sinéad O’Connor está muy lejos y ya no tiene la edad que tenía en el 92. De cualquier forma me gustaría hacer eso con cualquier otra chica, con muchas chicas diferentes, oyendo cientos de canciones distintas, una cada noche. Esta es la primer semana que estoy aquí y mientras dura la fantasía con Sinéad se me olvida el miedo, o desaparece, o se disuelve en el momento. La vida había empezado a latir detrás del cansancio, detrás de los temblores y la presión alta. Detrás de las cientos de veces que me he dicho, gracias a las enfermedades imaginarias, que debo esperar, que ya pronto estaré mejor, sintiéndome fuerte y saludable y entonces podré abrazar a la vida y besarla en los muros de esta o cualquier otra ciudad. Y aún así la vida empieza a latir, a mecerse detrás del piso de congóleum y las paredes recién pintadas de mi nueva casa. Me tiro en la alfombra, apago las luces y aunque Sinéad O’Connor no está, siento que estoy flotando, completamente adentro del mundo, viendo las luces de los faros metiéndose por los resquicios de las persianas mientras Tom dice, ahora, que “ella dejo Monte Rio como una bala deja a una pistola”. Estoy aquí, en la alfombra, temblando de miedo, mareado porque la vida está escupiendo sus colores y manchando mis ojos como no lo había hecho desde hacía mucho tiempo.
Lo que más me espanta es el mareo. Salgo caminar y me mareo. Es como si alguien moviera un tapete transparente y este se deslizara abajo de mí haciéndome sentir las piernas vacías, como las de un títere. Luego vienen las palpitaciones y los vuelcos y la mente que repite, “esta vez sí, vendrán las toneladas de infartos e inflamaciones cerebrales y los ataques a mitad de la noche”. Pero no viene nada, y me quedó temblando, con una terribles ganas de vivir que se me encajan en los pulmones, con unas terribles ganas de besar a Sinéad O’Connor y a cientos de chicas más y meterme dentro de sus cuerpos y respirar sus sueños y oír el color de sus intestinos, de sus muslos, de sus hígados y hombros resplandecientes.
Pero vuelve el miedo y pienso que justo ahora, en uno de los mejores momentos de mi vida, el cuerpo no me va a responder, que me va abandonar, a dejarme tirado en la cuneta, sangrando, triste porque apenas estaba empezando… Pero el miedo, de una forma extraña me acerca a al vida, y hace que me den ganas de de morder las esquinas, de tragarme todos los semáforos y los fines de semana en el campo y la pesadumbre de los días tristes cuando la chica que te gusta se ha despedido de ti.Pero Sinéad O’Connor está muy lejos y ya no tiene la edad que tenía en el 92. De cualquier forma me gustaría hacer eso con cualquier otra chica, con muchas chicas diferentes, oyendo cientos de canciones distintas, una cada noche. Esta es la primer semana que estoy aquí y mientras dura la fantasía con Sinéad se me olvida el miedo, o desaparece, o se disuelve en el momento. La vida había empezado a latir detrás del cansancio, detrás de los temblores y la presión alta. Detrás de las cientos de veces que me he dicho, gracias a las enfernedades imaginarias, que debo esperar, que ya pronto estaré mejor, sintiendome fuerte y saludable y entonces podré abrazar a la vida y besarla en los muros de esta o cualquier otra ciudad. Y aún así la vida empieza a latir, a mecerse detrás del piso de congoleum y las paredes recién pintadas de mi nueva casa. Me tiro en la alformbra, apago las luces y aunque Sinéad O’Connor no está, siento que estoy flotando, completamente adentro del mundo, viendo las luces de los faros metiendose por los resquisios de las persianas mientras Tom dice, ahora, que “ella dejo Monte Rio como una bala deja a una pistola”. Estoy aquí, en la alfombra, temblando de miedo, mareado porque la vida está escupiendo sus colores y manchando mis ojos como no lo había hecho desde hacía mucho tiempo.
Lo que más me espanta es el mareo. Salgo caminar y me mareo. Es como si alguien moviera un tapete transparente y este se delizara abajo de mí haciendome sentir las piernas vacias, como las de un titere. Luego vienen las palpitaciones y los vuelcos y la mente que repite, “esta vez sí, vendrán las toneladas de infartos e inflamaciones cerebrales y los ataques a mitad de la noche”. Pero no viene nada, y me quedó temblando, con una terribles ganas de vivir que se me encajan en los pulmones, con unas terribles ganas de besar a Snniead o ‘connor y a cientos de chicas más y meterme dentros de sus cuerpos y respirar sus sueños y oir el color de sus intestinos, de sus muslos, de sus higados y hombros resplandecientes.
Pero vuelve el miedo y pienso que justo ahora, en uno de los mejores momentos de mi vida, el cuerpo no me va a responder, que me va abandonar, a dejarme tirado en la cuneta, sangrando, triste porque apenas estaba empezando… Pero el miedo, de una forma extraña me acerca a al vida, y hace que me den ganas de de morder las esquinas, de tragarme todos los semaforos y los fines de semana en el campo y la pesadumbre de los días tristes cuando la chica que te gusta se ha despedido de ti.
Salma dice
Cada latido en nuestros corazones es un paso que la muerte da sobre nuestra futura lápida. Nunca se va, siempre está llegando. Maréate, amor, sin miedo… atáscate de besos y maréate más.
Te mando unos miles para empezar… aunque tú estés deseando miles más u_u
😉
Ale dice
¡Gracias, bonita! ¡Los recibo emocionado! y eso, en verdad estoy emocionado por tantas cosas que están pasando… Más besos
Parker Fountain Pens dice
Se ti sei innamorato di due persone contemporaneamente, selezionare la seconda, perché se davvero l’amore la prima, non si innamorerà con la seconda.