Ficciones de Jorge Luis Borges fue para mí lo que Statments, la obra más original de Herbert Quain fue para Borges: un extraño libro que me hacía creer, perdido en mi propia vanidad, que muchas de las ideas que de pronto se me ocurrían eran mías y no parte de las que, de manera sutil pero precisa, el escritor argentino había sembrado en cada uno de sus relatos: análisis y citas a libros y autores que no existen, ideas o pedazos de historias perdidos dentro de otras ideas y relatos.
Aunque es justo que diga que el libro me provocó reacciones contradictorias: Por momentos, me daba sueño; era fácil perderme entre el frío laberinto intelectual del escritor y más si, habiendo dormido poco, el calor, en el transporte público, apenas se podía soportar. Es por eso que preferí abordar su lectura de manera esporádica y arbitraría: apenas saliendo de la ducha, mientras cocinaba, en la caminadora eléctrica. Lo más sorprendente es que con este sistema cada una de las lecturas tenía un efecto sorprendente: la aguda erudición y el lenguaje a veces árido y complejo del escritor argentino encerraba una extrañeza calma, difícil de explicar, que sacudía suave y sutilmente mi cerebro propiciando que nuevos argumentos y sorprendentes finales para nuevas historias se formaran en mi cabeza.
Pero he de mencionar también que, inevitablemente, la lectura de este libro me recordó a Paul Auster y aunque sé que el genio creador de los dos difiere por varias décadas puedo decir que entiendo el porqué de la admiración del escritor norteamericano al escritor argentino y porque el extenso ensayo que el primero le dedica al creador del Aleph y que recientemente a sido traducido al español y publicado por anagrama *. En los dos hay historias, o ideas de posibles libros, salpicando la trama principal de sus relatos. En los dos, una extraña fascinación por el azar(La lotería de Babilonia en Borges, cualquier de sus novelas en Auster, por citar dos ejemplos) y por situarse ellos mismos dentro de la historia, en relación directa con sus personajes o con alguna de las obras que sus personajes crean (ejemplos: Ciudad de cristal en el caso de Auster y Examen a la obra de Herbert Quain en el caso de Borges).
Y como esto no es un ensayo, sino un breve comentario de mis impresiones de Ficciones, he de decir que los relatos de este libro, a diferencia de la fascinación y adicción que la prosa de Auster me produce, fueron para mi piezas frías, muy inteligentes y perfectamente armadas que, después de una poco halagadora primera reacción, germinaban dentro de mí, después de unos momentos, inspirándome.
* Recomiendo ampliamente el ensayo de Auster, recopilado en From Martin Fogg to Owen Brick, traducido de manera inexplicable por la editorial española como De Nueva York a Buenos Aires, en el que el escritor Neoyorquino reconoce la influencia de Borges en varios de los personajes de sus novelas, entre ellos, por solo mencionar a mis favoritos, el maestro Yehudi de Mr. Vértigo y Hector Man del libro de las ilusiones. De Nueva York a Buenos Aires, Editorial Anagrama, 120 páginas, 2009.
Raul dice
¡Hey! El libro de Auster que citas aquí no existe… te lo inventaste… ¡Me emocioné y busque en una librería y luego en e catálogo de la editorial y nada!
Ale dice
Al menos que haya soñado recuerdo claramente haberlo visto… ¿seguro que buscaste bien?
De cualquier forma gracias por avisar… un abrazo
olivier dice
“Ficciones” me hace exactamente el efecto que tu describes en la primeras lineas… es bonito leer en otra parte lo que pasa en su propia cabeza…
Ale dice
¡si! Así es. ¡Gracias por darte una vuelta por aquí y dejar tus comentarios!