Mis brazos morenos, tostados, se mecen bajo las luces de la avenida. Mis pies se deslizan sobre el pavimento. Aprieto las piernas. La velocidad de la carrera hace que el aire se estrelle contra mi cuerpo, como el mar golpeando un barco. Mientras corro veo como los pensamientos, el viejo dolor que se ha distribuido dentro del cuerpo, y todas las cosas que me preocupan, se desvanecen en la ráfagas frías de la noche.
Estiro las piernas, las suelas de mis tenis se aprietan contra el piso, mi estómago se tensa y una sonrisa ilumina, junto a los faroles de la calle, un trecho de la noche. El sudor se resbala de mi cabeza y los surcos que abre en mi cuello encienden mis células. Me veo desde arriba, rompiendo el aire, haciendo que los segundos se contraigan: mi mirada oscura, mi cabello oscuro, el resto de mi cuerpo oscuro, alumbrado suavemente por el presente. Detrás de mis labios, gruesos, y mis cejas pobladas como un bosque negro, se agazapan cientos de preguntas: ¿hey, por qué no sales a correr todos los días? ¡En ningún otro lado te sientes así! ¿Por qué insistes en seguir enfermo? Y después pienso en todos los poemas que me gustaría escribir y en el reconocimiento, y después, en que en realidad no necesito nada de eso (mujeres hermosas por las que desfallecer, viajes, premios), que bien podría quedarme así para siempre, corriendo, sin pensar en nada.
Obrambil dice
yeah las imagenes estan bien claras, me han inspirado para escribir lo que espero de mi
un abrazo!!
Ale dice
¡Gracias pastor! Si quieres compartír tus ideas sobre ti mismo puedes hacerlo en este blog… ¡un abrazo!