Comparto las protestas y las ganas de no dejar que la gente que tiene el poder en este país decida el rumbo de todos nosotros. Me da vergüenza ver a EPN con la banda presidencial y a mucha gente indignada en las redes sociales llamando vándalos a la gente que quiere cambiar las cosas, sin embargo, tampoco estoy de acuerdo en los tantos otros comentarios que dicen que “México ya se fue a la chingada”, que ahora si ya nos va a tocar vivir el infierno, que nos duele México y que todo es una mierda llena de corrupción y abusos.
No veo como EPN puede ser peor que todos los demás presidentes que ha habido. A pesar de ellos hay gente que construye, crea, comparte, cambia a su comunidad y crece internamente. Este no es el fin de nada ni el principio de nada, es sólo un paso más para seguir creciendo. Y el infierno nunca está afuera, está adentro, esté el presidente que esté. El primer infierno es del que tenemos que deshacernos primero, después de los otros.
No estoy diciendo que no hay que protestar no cambiar las cosas, hay que seguir haciéndolo, pero sin dramas, sonriéndo, creando, contentos de estar viviendo esta etapa en este país. La tristeza y la impotencia no cambian las cosas, el amor y la acción, sí.
Lo que es muy triste es ver como se polariza el país y la gente, sean priistas o panistas o pejistas, se empiezan a insultar unos a otros. Ese es el mayor triunfo de los que están en el poder, dividirnos. Además de las circunstanciales diferencias políticas ( circunstanciales porque todo eso de derechas e izquierdas y centros y la verga depende de haber nacido en una familia con un tipo de ideales definidos y de haber crecido en ciertas cinrcunstancias) abajo del cascarón de nuestras preferencias, de nuestra educación o no educación, somos exactamente lo mismo, el mismo pedazito de células intentando aprender y no perdernos en la tormenta de ruidos, distracciones y miedos de la vida.
Yo, por más que pueda acercarme a una forma de pensar “izquierdista”, y me guste la literatura y el arte y la cultura y todas esa serie de mamadas que a los intelectuales les encanta presumir para sentirse más que los demás, soy lo mismo que mi amigo priista de hueso colorado que está muy contento porque acaba de nacer su segundo hijo, o que la señora rica con su camioneta último modelo de las lomas que sólo se mete a facebook a atacar a los “pejistas”, o que el granadero que ayer, pro chamba, para mantener a su familia, lanzó gases lacrimógenos, o que un amigo de tuiter que es fan de Bob Dylan pero no baja a #YoSoy132 de estúpidos y al peje de controla zombies.
Lo que sí da impotencia es ver a esos intelectuales de las marchas (los que supuestamente están preparados y sí tuvieron una educación) insultar a los granaderos y decirles “cerdos, mejor pónganse a estudiar o a vender tamales”. ¡No mames, qué pasaría si esa gente, por más izquierdista que sea, llegara al poder! Lo mismo que ha pasado tantos años con los que lo han tenido.
México ni se va ir a la chingada, ni se fue, ni se está yendo. Hay que seguir protestando y luchando y cambiando, desde afuera y desde adentro, sin jodernos más entre nosotros. México no es una víctima, por eso no me duele. La víctimas producen compasión y tristeza, y los que tienen el poder para cambiar las cosas no son víctimas. Las víctimas son débiles y producen lastima. A mí México no me hace sentir nada de eso.
Espero en verdad que a EPN (por más impuesto que sea) le vaya bien y de manera increíble e inimaginable, tenga una buena presidencia y aporte algo al país. Al final todos estamos aquí, todos los días, intentando apagar los ruidos para escucharnos, entre nosotros y a nosotros mismos.
Moi dice
La bronca radica en que son personajes con psicopatías bien cabronas quienes están al “poder”. El poder corrompe e invita a hacer, lo que esté al alcance de quien lo tiene, a mantenerlo.
Por lo que leo, tú provienes de una familia con valores que invitan no sólo a ver por ti sino por el bien común, eso es excelente. Sin embargo, las psicopatías actuales se centran en los trastornos: narcisista, antisocial y limítrofe. ¿A qué voy con lo anterior? Que precisamente ese tipo de trastornos se observan en alguien con mucho “poder”; como ejemplo: un presidente. Obviamente, quienes deberán estar a su alrededor.
Efectivamente, México no es una víctima porque todo eso que estamos viendo en éste momento, se ha estado gestando por años dentro de las familias. Es una realidad que mientras más separados estén los padres en la crianza de los hijos, más caos habrá a nivel social.
¿Cómo hacemos que México deje de ser un país víctima? No creo que dándole buenos deseos a la sociopatía sino marcándole límites… ¿O alguna otra sugerencia?
Saludos.
Ale dice
Estoy de acuerdo, Moi. Hay que marcar límites. Hay que luchar por ellos. Sólo creo que debemos aceptar también a los enfermos, y aceptar el lado oscuro, no tratar de negarlo, sólo integrando, e intenta crecer junto a él, podemos cambiarnos y cambiar al país. No creo que excluir al lado enfermo nos ayude, aunque sí, tampoco dejar que nos controle y lo absorba todo.
Un abrazo y gracias por tu comentario
Fer dice
¡Bravo!
La actitud correcta, en momentos de incertidumbre, distingue a los líderes.
Muchas gracias por compartir.
Ale dice
Gracias, Fer. Bienvenido al blog.