¡Que ganas de estar enamorado! ¡Que ganas del color verde y la noche cerrada ardiendo en el cielo! Empiezo las primeras horas del martes escribiendo, soñando con los corazones y las noches del Palacio Topkapi al lado del Bósforo, emocionado, escuchando a Bob Dylan al tiempo que las teclas caen sobre el ordenador formando sueños y deseos, intensos, expectantes, enloquecidos que se consumen fatigados entre las respiraciones entrecortadas y los punteos de una guitarra de Bluegrass. No quiero parar, no quiero dejar de escribir: quiero masturbarme y enamorarme y coger y correr y estar despierto y contento, como la noche del Sábado o como los días de las playas y las espaldas tostadas por el sol o como las tardes de atención feroz, despierta, sacudiendo las células del mundo. ¡Quiero ese nudo, apretado, vivo, forcejeando entre los nervios de mi estómago! ¡Un impulso golpeando contra las paredes de mis venas! El sudor quema mi piel, y una sola respiración, envuelta en las tinieblas de la noche, en el rugir del mundo, en los gemidos del amor embravecido, derribando todo.
En la canción de la semana: Like A Rolling Stone, una de las canciones más grandes de todos los tiempos en una de sus versiones más enloquecidas y alucinantes.