Nos ha pasado a todos: creamos en la mente un rostro para nuestro personaje favorito: de piel marrón, surcado por cicatrices; unos ojos encorvados, turbios, bajo unas cejas espesas. Luego, cuando llegamos al cine y vemos la cara que le han puesto, no sentimos defraudados: ¿cómo, Atreyu no era verde aceituna, Philip Marlow no era más fuerte y más joven?…