Hasta la primera semana de su viaje por Yugoslavia, Mick no descubrió la clase de fanático político que había elegido como amante. Ciertamente se lo habían advertido. Una de aquellas reinas en los Baños le había dicho que Judd se encontraba a la derecha de Atila el Huno, pero aquel hombre había sido una de las anteriores aventuras de Judd, y Mick supuso que había más despecho que realidad en tal afirmación. Si le hubiera hecho caso no estaría ahora conduciendo por aquella interminable carretera un Volkswagen, que de pronto le parecía del tamaño de un ataúd…sigue leyendo