Para poder hablar de Mr. Robot antes tengo que hacer una confesión.
Desde que vi la serie me gusta ponerme los audífonos y mientras camino en la calle, oír esta canción e imaginarme que soy Elliot, el protagonista, y que en vez de en esta ciudad mis pies cruzan las calles de Nueva York y mi cabeza, gacha, con el gorro de la sudadera puesta, mira los mosaicos del piso, ahora adentro de una estación del metro, ahora en una gran avenida: sueño y planeo como voy a cambiar el mundo.
Así de cabrón me gusta esta serie, así que no esperen que sea objetivo en estas líneas, porque, imagínense, aunque Elliot está alejando por más de casi dos décadas de mis ídolos de la adolescencia, y ya tiene su lugar en el panteón de mi inspiración.
Ahhh, y es que qué pinches idolitos me agarró. Está Elliot junto a Tyler Durden y Max Cohen, de Pi el orden en el caos, y a Holden Caufield. ¡No pinches mames!. Puro camarada bien desadaptado y sufriente y odiador de la sociedad, que, al final, tal vez, logran transformar ese caos y esa soledad brutal y transformarse.
Y bien hago en poner a Elliot junto a esos monstruos, porque esta exquisita serie debe mucho a los tres, a esos autores: Chuck Palaniuk, Darren Aronofsky y J.D. Salinger. En el caso de los dos últimos, no sólo los personajes y la estética y la fuerza y la desesperación, sino la ciudad: Nueva York. Un monstruo perfecto para una historia así. Así de bien escrita y actuada y musicalizada y todos los pinches adas del mundo. Parece increíble, pero después de tantos años años todavía me sé de memoria algunos diálogos de Pi y de Fight club, y la emoción me sigue calando, idéntica a cuando era un chaquetero llenos de sueños ( eso es un buen síntoma, porque sigo siendo un chaquetero y sigo teniendo un montón de sueños)
El otro parecido que comparte Mr. Robot con Fight Club y El guardián en el centeno es la parte mas chingona: la rabia contra el mundo, esa angustia generacional por reclamar nuestro lugar y no creernos la historia que nos han vendido: un cuento de comodidades y lujos y consumismo y oficinas y, en pocas palabras que nos empuja a crecer siendo algo que no somos. Porque crecer así, imitando el gran modelo es mas fácil que crecer defendiendo a muerte lo que somos, que no se parece a ninguna otra cosa.
Ahh, a lo mejor ya me la mamé y hasta estoy viendo cosas que no están ahí. Pero no importa, mientras algo me haga emocionarme tanto y conectarme con esa lucha mía para reclamar mi lugar en el mundo, que mejor, y además, si me hace imaginar, con la canción de fondo, que camino por las calles de nueva York queriendo cambiar la sociedad, ¿qué más puedo pedir?