¡Han terminado las vacaciones! Estuve en Monterrey 10 días durante los cuales escribí, paseé por el pasaje Morelos en el centro y estuve con mi papá.
Aquí hay algo de los que escribí estos días:
Viernes 2 de Enero del 2009:
Va a ser la una de la tarde en un café en el centro de Monterrey; estoy cansado (de las piernas principalmente) y me empieza a dar un poco de sueño.
No tengo muchas ganas de caminar; hoy apenas y me animé a bajar con mis abuelos al centro después de dejar a mi papá en Phase II. Caminé unos diez minutos para ver si las piernas se me calentaban y me metí a este café a resolver mi libro de inglés y a escribir. No tengo muchos ánimos pero no estoy triste, más bien estoy contento e ilusionado, aunque la ilusión sea suave, delicada, tanto que no quiero forzarla. No quiero forzarme. Por ejemplo: hoy en la mañana desperté y me puse a organizar mentalmente los planes y las cosas que quiero hacer en México; estiré la piernas entre las cobijas, totalmente envuelto, mientras organizaba en la cabeza los horarios y el tiempo que le quiero dedicar a cada actividad.
Lo que más quiero es escribir, por eso pensé en la forma de dejar libres al menos 3 horas diarias para ir a la biblioteca y escribir, aparte de dos horas en la mañana para hacer cómics y dibujar.
En cuanto a Monterrey: puedo decir que estos días han sido de lo más raros; emocionalmente estoy tranquilo o confundido o excitado o expectante. Como este miércoles, el último día del dosmil nueve: Me levanté un poco tarde, desayuné y le enseñé a mi papá el cómic que estoy haciendo (pensé que lo había dejado en casa así que fue una sorpresa encontrarlo en la maleta). Me gustó que lo viera, me sentí orgulloso, le mostré los dibujos y le conté la historia del escritor, que viñeta tras viñeta, sueña con su corazón, envuelto dentro de una caja en una tienda árabe. Después, los tres ( mi abuelo venía con nosotros), nos fuimos a un baño público atrás de la terminal de camiones, queríamos meternos al vapor y sudar antes del año nuevo.
En el baño me empecé a sentir confundido, nervioso e inseguro y creo que principalmente fue, como estos últimos días, porque estaba junto a mi papá y estar con él se me hace muy raro, apenas puedo acostumbrarme; me parece que desde antes de irme a vivir a Barcelona no pasaba tanto tiempo con él como ahora. Por eso estaba nervioso. Mi papá pagó un vapor para los dos y mi abuelo se metió al general. Nos sentamos a esperar que alguno de los baños se desocupara, mi papá leía el periódico y yo, nervioso, con miedo (¿con miedo a que, a no pasármelo bien, a arruinarlo todo y no disfrutar estar con mi papá?) veía los azulejos blancos de las paredes y a las demás personas que que esperaban sentadas junto a nosotros.
Finalmente nos dieron un baño. Nos desvestimos y nos metimos al vapor. Le conté a mi papá, al tiempo que el vapor llenaba el cuarto, de cuando trabajaba de vendedor en Profuturo y de lo buen vendedor que soy, de lo mucho que había estado ganando y que mientras trabajé me colocaron en un buen club según mi nivel de ventas y que, durante el año que estuve en Profuturo firme a más de 100 clientes. También le dije de los libros de ventas de Brian Tracy que leía, del walk away close y de otros tipos de cierres y le pregunté: papá, cómo vas con Ana Mín, y él me dijo: bien, aparte de mi carácter y de que a veces exploto, bien, ella ya se va meter al gimnasio y va a empezar a trabajar en Phase II el próximo año, porque, bueno, no es muy bueno que se la pasé encerrada en la casa. Y tú, me volvió a preguntar, Ale, tú qué piensas hacer, es decir, yo veo que a veces estás un ratito en un lado y luego saltas a otro y, digo, me dijiste que te fue muy bien en las ventas pero que aún así eso no era tu pasión, pero, cuál es tu plan, cómo te ves a los treinta años.
Me cuesta mucho recordar a mi papá y a mi hablando de cosas personales; a los dos nos costaba trabajo hablar, parecía que nos preguntábamos todo entre algodones, con cuidado, tanteando el terreno. Me sentí muy raro, muy chiquito, sentí como me abría, tímidamente y empezaba a hablar.
Finalmente contesté a su pregunta: papá, a los treinta años me veo viviendo en Europa, con alguna chica, con algo publicado y, si Dios quiere, viviendo de escribir y haciendo cómics. Le contesté eso aunque me hubiera gustado decirle algo cómo: la verdad, papá, es que sí, salto de un lado a otro y, especialmente en este momento, tal vez sí, me siento un poco perdido, este año (todavía estábamos en el 2008), fue un año muy duro para mí, me costó mucho, lloré mucho y me dolió todo lo que me podía que doler y estuve dando traspiés, cayéndome, la mayoría de las veces triste, así que… humm, si papá,todavía me siento un poco perdido y aunque sé que la dureza y la locura de este año fue para que creciera y cambiara, me gustaría que el próximo año fuera más tranquilo, al menos en lo que recupero fuerzas por si llega (si es que es así), otra de estas épocas de cambio que me sacuden como marioneta. Me hubiera gustado decirle todo eso, pero no se lo dije porque no dio tiempo, se acababa la hora del vapor y, además, porque mi abuelo nos grito desde el pasillo que ya había terminado y que nos estaba estaba esperando.
Dejamos el vapor y regresamos a la casa.
Por lo demás, las cosas que más me han gustado estos últimos días de Monterrey: caminar con mi abuelo en los tianguis donde va a chacharear herramientas (buriles, brocas, cortadores), y el olor a carne asada que flota, casi a todas horas y casi en todas las calles de Monterrey.