Acabo de leer un cuento que hace unas tres semanas mi maestro de literatura fantástica, Ricardo Bernal, hizo a bien llegar a mi buzón de correo; por una u otra razón no había tenido tiempo de leerlo, así que hoy, sábado en la tarde, lo leí al fin y puedo decir que ahora tengo una extraña sensación, parecida a tambalear, parecida a haber recibido un fuerte e inesperado porrazo en la cabeza.
El cuento se llama Mis recuerdos privados de la experiencia estigmática Hoffer, de Dan Simmons y lo he escogido como el cuento de la semana, principalmente por que hacía mucho que no leía un final, y que digamos un final, un planteamiento y un desarrollo tan poderoso e impactante.
No adelanto mucho de la trama, sólo que en mi opinión, debajo de esas caras con uvas carnosas, dientes malformados, papilomas transparentes rellenos de puso amarilla a punto de reventar, que somos los humanos, hay, estoy seguro, escondido entre todas esas montañas de mierda y chismes y miedo y deseo de poder y sadismo, luces más segadoras y brillantes que en el cielo; hay transparencia y claridad y amor. Sólo que no creo que una epidemia como la estigmática de Hoffman pudiera hacer que esta otra cara, todavía más oculta, surgiera por arte de magia; estoy seguro que para que ello ocurriera quien quisiera tendría que cruzar un arduo camino, no exento de riesgos y monstruosidades.
El cuento es de Dan Simmons. Pueden encontrar aquí algunos otras cosas suyas en ingles.
MIS RECUERDOS PRIVADOS
DE LA EPIDEMIA ESTIGMÁTICA
DE HOFFER
Por Dan Simmons
Mi queridísimo hijo:
No importa que nunca leas esto. Peter, hijo mío, creo que es hora de explicarte los hechos sucedidos hace treinta años. Siento una gran urgencia por hacerlo, aunque hay mucho que no comprendo (mucho que nadie comprende) y la época anterior al Cambio hace mucho que se ha convertido en algo vago y ensoñador para la mayoría de nosotros. Creo todo, creo que tu madre y yo te debemos una explicación, y haré todo lo posible por proporcionártela.
Estaba viendo la televisión cuando llegó el Cambio. Supongo que la mayoría de los americanos estaban sentados delante de sus televisores aquella noche. Da la casualidad de que estaba viendo las noticias nocturnas con Dan Rather en la CBS, y como vivíamos en la zona este entonces, las noticias eran en directo.
Algunos piensan que como el Cambio se produjo primero en nuestro hemisferio, fue el resultado de que la Tierra atravesara una especie de cinturón de radiación cósmica. Otros “expertos” sugieren que fue un microvirus que se filtró a través de la atmósfera ese día y se extendió como algas en un estanque contaminado. Los religionistas (cuando había religionistas) solían decir que el juicio de Dios empezó en América porque era la Sodoma y Gomorra de nuestro tiempo. Pero la verdad es que nadie sabía entonces de dónde demonios vino el Cambio, ni qué lo causa, ni por qué empezó primero en el hemisferio occidental, y la verdad es que nadie lo sabe ahora.
Y para ser sinceros, Peter, a nadie le importa un pimiento.
Sucedió; y yo estaba viendo las noticias nocturnas con Dan Rather en la CBS cuando sucedió. Tu madre estaba preparando la cena. Tú estabas en la cuna que teníamos en el comedor. Dan Rather estaba hablando de los palestinos cuando de repente puso expresión de asombro, como cuando unos años antes uno manifestantes se colaron en el estudio y empezaron a destrozar todo mientras él estaba en el aire, sólo que esta vez se encontraba solo.
Lo que sucedía es que la cara de Dan se estaba fundiendo. Bueno, no se fundía exactamente, pero fluía, corría hacia abajo como si se hubiera convertido en cera y la hubieran metido en un horno caliente.
Durante un momento pensé que era la televisión o la maldita compañía de cable otra vez, e iba camino al teléfono para darles un rapapolvo cuando vi que Dan Rather había dejado de hablar y se agarraba la cara mientras fluía y cambiaba y se reformaba como gelatina, así que colgué el teléfono y volví a sentarme en el sillón y grité:
-¡Myra, ven aquí!
Tuve que gritar otra vez, pero tu madre vino por fin, secándose las manos en un paño y quejándose de que nunca terminaría la cena si no dejaba de gritarle y… se detuvo a media frase.
-¿Qué le está pasando a Dan?- dijo entonces.
-No lo sé. Una especie de broma, tal vez.
No parecía una broma. Era horrible. El rostro maduro pero todavía atractivo de Dan había dejado de moverse como cera derretida pero se retorcía y reformaba en otra cosa. Los músculos y los huesos bajo la piel del rostro se movían como ratas bajo una lona. El ojo izquierdo parecía estar… bueno, emigrando, moviéndose por la cara como un pedazo de pollo blanco flotando en un cuenco de sopa color carne.
Hubo gritos fuera de cámara, la imagen se nubló y rebotó, luego pasaron al logotipo, pero unos segundos después volvieron a ofrecer la imagen de Dan ante la mesa, como si alguien en la sala de control o como quiera que se llame el sitio donde trabaja el director hubiera decidido que esto era noticia y al demonio con todo.
Dan se había puesto de pie y se tambaleaba, con las manos en la cara, obviamente mirándose en los monitores como si fueran espejos. Pasara lo que pasase, pude ver que la parte gelatinosa había acabado. Nada se movía bajo aquellos dedos extendidos. Dan emitía sonidos entrecortados, aunque el micrófono se había soltado y los sonidos eran distantes. Entonces Dan bajó las manos.
-Jesucristo- dijo tu madre. Nunca maldecía, nunca tomaba el nombre de Dios en vano-. Jesucristo- dijo una segunda vez.
La cara de Dan Rather se había convertido en algo salido de uno de esos episodios de Historias de Ultratumba que solíamos editar en HBO. Pero no era así en realidad, porque por muy bueno que sea el maquillaje, siempre sabes que es maquillaje. Pero aquí se notaba que esto era real.
La cara de Dan Rather había Cambiado. Su frente se había desplomado, de forma que su flequillo gris (advertimos entonces que acababa de cortarse el pelo esa semana) se encontraba donde se hallaba el puente de la nariz dos minutos antes. Ya no tenía nariz, sólo un agujero abierto en el morro, una especie de probóscide de oso hormiguero que se extendía por debajo de la barbilla y terminaba en una latiente membrana rosa que parecía lo que tú imaginas que es tu oído si estuviera infectado. Y cada vez que latía podías ver en la cara de Dan (no me refiero a sus ojos ni nada, me refiero al interior de su cara) todas las cosas verdes y mucosas que allí había, y huesos y carne interior y otras cosas brillantes.
El ojo izquierdo de Dan había dejado de emigrar hacia el lugar donde solía estar su pómulo izquierdo. Ese ojo parecía mucho más grande ahora y era amarillo brillante. Su otro ojo estaba bien y parecía familiar, pero por encima y por debajo empezaban a crecer verrugas rojas. Las verrugas colgaban de donde estaba la mejilla y lo que antes era su entrecejo y parecían congregarse a lo largo de aquel promontorio huesudo y escamoso que había crecido en la mejilla derecha como las escamas de la espalda de un estegosaurio.
Y los dientes de Dan. Bueno, pronto supimos lo que significaba todo, la probóscide hipócrita, las escalas de abuso de poder en la mejilla, los diente de Ambición retorciéndose en la piel alrededor de la boca saturada de carne… pero tienes que comprender que era la primera vez que veíamos el Cambio y no teníamos ni idea de que los estigmas tenían que ver con el IQ de una persona, su temperamento o su carácter.
Dan Rather trató de gritar entonces, los dientes de Ambición atravesaron el músculo de la mejilla, y tu madre y yo gritamos por él. Entonces el director sí cortó (para pasar a publicidad), y tu madre dijo:
-¿Y en los otros canales?
-No –conseguí decir-. Estoy seguro de que sólo es Dan.
Pero cambie a la ABC y allí estaba Peter Jennings tirando de lo que parecía un pulpo rosa medio destripado que se había agarrado a la cara. Tardamos casi un minuto, boquiabiertos, en advertir que aquélla era su cara.
Tom Brokaw era el menos afectado, pero se colocó las manos sobre las escamas de abuso de poder que brotaban en su mejilla, mandíbula y cuello y salió corriendo del plató. Lo vimos más tarde grabado. Pero en ese momento todo lo que vimos fue el plató vacío de NBC y oímos un sonido como un coyote haciendo gárgaras. Descubrimos después que era John Chancellor gritando cuando las mucosidades empezaron a brotar de sus poros.
Finalmente apagué la tele, demasiado aturdido para seguir mirando. Además, entonces ya había anuncios en todas partes. Me volví hacia tu madre para decir algo, pero el Cambio había empezado ya en ella.
Señalé y traté de decir algo, pero tenía la boca seca, como si la tuviera llena de patatas fritas o algo así. Tu madre me señaló y gritó. El sonido parecía filtrado al atravesar las filas de dientes de ballena que habían sustituido sus dientes y hacían que su cara pareciera la parrilla de un Buick del 48. El resto de su cara estaba todavía fluyendo y goteando y desmoronándose.
Sentí mi propia cara retorcerse. Me llevé las manos a las mejillas. Había otra cosa: algo que parecía un puñado de uvas carnosas y latientes. Algo me había crecido en la frente y bloqueaba la visión del ojo izquierdo.
Tu madre y yo nos miramos mutuamente, volvimos a señalar, gritamos al unísono, y corrimos hacia el espejo del cuarto de baño.
Tengo que decirte, Peter, que tú estabas bien. Cuando finalmente pudimos volver a pensar, fuimos al comedor y nos asomamos a la cuna con cierto nerviosismo, pero tú eras el mismo bebé de diez meses sano y guapo que media hora antes.
Cuando nos miraste, empezaste a llorar.
No buscaré ninguna excusa, querido hijo. Tenía los carnosos cuernos sangrientos que sólo desarrollaban los adúlteros. No supimos lo que significaba durante unas cuantas semanas. Tardamos algún tiempo en averiguar las cosas. Pero tuvimos tiempo de sobra. El cambio era permanente. No necesariamente completo, aprendimos pronto, pero permanente. No había vuelta atrás.
Las masas pulposas de uvas de carne que crecían en mis mejillas y mi cuello fueron llamadas después papilomas Barrabás por quien quiera que pusiera nombre a todas esas cosas. El Cirujano General, tal vez. En todo caso, los papilomas Barrabás sólo aparecían si jugabas un poco rápido con el dinero de los demás y lo perdías. Conmigo fue sólo por unos cuantos miles de pavos pasados por alto en algún impreso de Hacienda. Pero Cristo, tendrías que haber visto las fotos de Donald Trump en The National Enquirer el mes siguiente al Cambio. Tenía papilomas tan gruesos que parecía una parra ambulante, sólo que no era tan bonita, ya que podías ver a través de la piel las venas y el líquido amarillo y todo eso.
La boca de ballena de tu madre, descubrimos más tarde, estaba conectada a chismorreos maliciosos. Si ella parecía un Buick del 48, tendrías que haber visto a Barbara Walters, Liz Smith y todas ésas. Cuando aparecieron sus fotos, pensamos que estábamos viendo una flota de Buicks.
El ojo Quasimodo de tu madre y el maxilar mantis eran los resultados de pequeñas crueldades, prejuicios raciales ocultos y estupideces autoimpuestas. Yo tenía los mismos síntomas. Casi todo el mundo los tenía. En cosa de un mes me sentí feliz de tener sólo los cuernos de sangre adúlteros, un puñado moderado de papilomas Barrabás, maxilar mantis, un rastro de Rathermorro, algunos huesos apáticos que convertían mi frente en bordes Neanderthalenses y el caso habitual de lepra de mentiroso que me ocupaba la oreja izquierda y la mayor parte de lo que quedaba de la aleta izquierda de la nariz antes de que aprendiera a controlarlo.
Tengo que decir de nuevo que tú estabas intacto. Peter. La mayoría de niños de menos de doce años lo estaban. Veíamos tu cara cuando nos mirabas desde la cuna y tú estabas perfecto.
Perfecto.
Aquellas primeras horas y días fueron terribles. Algunas personas se suicidaron, otras se volvieron locas, pero la mayoría nos quedamos en casa y vimos la televisión.
En realidad, se parecía más a la radio, ya que nadie quería aparecer delate de las cámaras. Durante algún tiempo intentaron mostrar una fotografía pre-Cambio del periodista o presentador o de quienquiera que oyeras la voz al fondo, más o menos igual que cuando daban informe por teléfono desde Bagdad durante la guerra hace algunos años, pero eso enfurecía a la gente, y después de unos cuantos miles de llamadas telefónicas olvidaron las fotos y sólo mostraron el logotipo de la cadena mientras alguien leía las noticias.
Anunciaron que el presidente se dirigiría a la nación a las diez de la noche hora del este, pero pronto lo cancelaron. No explicaron por qué, pero todos lo sabíamos. Dio un discurso por radio la noche siguiente.
Ninguno de nosotros se sorprendió cuando las fotos del presidente se filtraron por fin, aunque los cuernos de sangre y los tumores traicioneros fueron un pequeño shock. Fue su esposa quien sorprendió a todo el mundo. Tenía tan buena prensa que medio esperábamos ver que no había Cambiado. Durante varios meses no oímos ni supimos de ella, pero cuando por fin apareció en público pudimos ver a través de su velo de Hombre Elefante que no sólo tenía múltiples cuernos, sino la cara vuelta dentro afuera del Síndrome de Arrogancia Definitiva.
Con todo, le fue mejor a Nancy Reagan. Se rumoreaba que la antigua Primera Dama no era ni siquiera reconociblemente humana durante los primeros minutos del Cambio y que fue acribillada por sus propios guardias del Servicio Secreto. La noticia oficial fue que la señora Reagan murió por el shock producido por la visión de su esposo después del Cambio. Es cierto que el caso de Ron de lepra de Mentiroso, apatía ósea y sarcoma de estupidez era impresionante, pero el viejo caballero se lo tomó con calma y probablemente no habría interrumpido siquiera su calendario de apariciones públicas pagadas si no se hubiera producido la muerte de Nancy.
En cuanto al actual vicepresidente…; bueno, se decía que había que verlo para creerlo. La prensa y los medios de comunicación habían sido desagradables con él los años anteriores, pero descubrimos que sus desagradables observaciones sobre la limitada inteligencia el vicepresidente se habían quedado dramáticamente cortas. El joven que se había quedado a las puertas de la presidencia se derritió como cartón mojado por la lluvia. Dicen que el sarcoma de estupidez era tan extendido que no quedó más que un traje, camisa y corbata a franjas rojas y azules tendidas en medio de un montón de morros retorcidos.
La esposa del vicepresidente se convirtió en un caso de libro de texto de dentitus Ambición. No es cierto que no quedaran de ella más que los dientes de quince centímetros, pero ésa es la impresión que tuvimos en el momento.
Antes de que te formes una idea equivocada, Peter, tienes que comprender que no me estoy cenando a los republicanos. Tampoco lo hicieron los estigmas. Ambos lados de la cámara sufrieron por igual. Nuestros oficiales electos fueron golpeados con tanta fuerza por el Cambio que el verbo “senadorear” pronto se usó para describir a alguien que hubiera perdido casi toda su humanidad bajo los estigmas. Hubo un puñado de resistentes, y algunos (como Ted Kennedy, según dicen) se pusieron a cazar nuevas conquistas sexuales antes de que los papilomas, sarcomas, masas fibroides, distorsiones supraorbitales y surcos longitudinales dejaran de latir y manar.
Durante una temporada la televisión no dejó de pasar reposiciones y viejos anuncios (obviamente ninguno de los actores o presentadores se salvaron del Cambio), pero con el tiempo empezaron a filmar cosas nuevas. Tardamos un año antes de poder ir al cine y ver a los actores del post-Cambio, y para entonces ya estábamos preparados. Entonces no me molestó ver el rostro vuelto hacia fuera del síndrome de AD de Dustin Hoffman, ni las marcas de viruela-albina racista de Eddie Murphy o el amasijo de cara con tentáculos de obseso sexual y el goteo de ego absoluto que la personalidad de Warren le había dado, pero ya no podía soportar mirar las imágenes de la gente del pre-Cambio. Me parecían tan extraños como alienígenas. La mayoría de la gente sentía exactamente lo mismo.
Pero me estoy adelantando. Lo siento, Peter.
Esas primeras semanas fueron una locura, por expresarlo con suavidad. Casi nadie fue a trabajar. Se rompieron espejos. Suicidios y homicidios y ataques sin provocación alcanzaron un nivel tan alto que todo el país empezó a tener cifras de muertes tan altas como las de Nueva York. No estoy exagerando.
Hoy, por supuesto, la violencia de Nueva York casi ha desaparecido ahora que las diferencias raciales pasan casi inadvertidas y las bandas han desaparecido después de que se demostrara que las lesiones de pus en los labios y cejas eran el resultado inevitable de pertenecer a una banda (aunque algunos todavía llevan las lesiones con orgullo…, pero esos idiotas son fáciles de evitar). Además, los papilomas Barrabás desanimaron a un montón de ladrones y…
Lo siento, me estoy adelantando otra vez.
Aquellos primeros días y semanas fueron una locura. Nos quedamos en casa, escuchamos la tele, esperamos las conferencias de prensa del Centro de Control de Enfermedades daba dos veces al día, rompimos nuestros espejos, evitamos a nuestras esposas y luego pasamos un montón de tiempo buscando nuestros reflejos en cualquier superficie brillante que no hubiéramos destruido: tostadoras, platos de plata, cuchillos de mantequilla… Fue una locura, Peter.
Un montón de parejas se separaron entonces, Peter, pero tu madre y yo nunca lo pensamos siquiera. Tardé algún tiempo en explicar los cuernos de sangre, pero pasaban tantas cosas que entonces no parecían demasiado importantes.
Con el tiempo la gente empezó a regresar al trabajo. Algunos nunca dejaron de hacerlo: periodistas (los periodistas de prensa escrita permanecieron en sus trabajos con más frecuencia que los de televisión), bomberos, un montón de personal médico de bajo nivel (los doctores ricos estaban muy ocupados tratando sus malformaciones glúteas de Usura), ladrones (que rápidamente se pusieron capuchas para ocultar su peculiar cadena de papilomas de Barrabás) y policías.
La de la policía fue tal vez la menos afectada de todas las profesiones. Como individuos, conocían desde hacía años la basura y el pus y las almas malformadas que se ocultaban tras la blandura de la carne y el hueso pre-Cambio. Ahora tendían a mirar sus propias distorsiones, se encogían de hombros y continuaban con su trabajo que, si acaso, había sido facilitado por la gente que llevaba su interior en la cara. Fuimos los demás (las multitudes que habíamos pretendido que la naturaleza humana era esencialmente benigna) los que tuvimos problemas para adaptarnos.
Pero finalmente nos adaptamos. Primero nos aventuramos a salir a la calle con capuchas y pasamontañas y sombreros viejos sacados del armario, encontramos a otras personas en los supermercados y licorerías encapuchados y ocultos de la misma forma y descubrimos que la vergüenza no es tan mala cuando todo el mundo está en la misma situación.
Volví al trabajo después de una semana. Llevé la gorra de baseball con el velo de mosquitera durante los primeros días en la oficina, pero tenía problemas para ver el monitor y pronto empecé a quitármela cuando estaba trabajando. MacGregor de contabilidad todavía lleva su máscara de República Bananera hoy día, pero sabemos que los papilomas de Barrabás están allí…, se pueden oler. Nuestro jefe no apareció durante casi un mes, pero cuando lo hizo no tenía nada en la cabeza. Hizo falta valor porque su sarcoma de estupidez era tan acusado que nuevas pústulas fibroides le aparecieron entre el almuerzo y la hora de marcharnos.
Todo el mundo explotaba y hacía gotear y reventaba y apretaba sus papilomas y pústulas en los lavabos, y muy pronto la compañía adoptó la política de que lo hiciéramos en la intimidad de los retretes, donde se instalaron espejos y toallas. El único tipo que conozco que se hizo rico durante aquellos primeros meses post-Cambio fue Tommy Pechota de Mezclas y Adquisiciones, que invirtió en acciones de Kleenex.
Pero volvamos a aquellos primeros días.
Los rusos tuvieron unas diez horas para partirse de risa y hablar de la decadente Enfermedad Occidental antes de que el Cambio los alcanzara. Los golpeó con fuerza. Había incluso un estigma peculiar para los tipos de la KGB, antiguos y actuales, que convertía sus rostros en el equivalente de un bicho aplastado en la carretera que no puedes identificar del todo y al que no quieres acercarte. Gorvachov y Yeltsin recibieron su ración de lo que un analista moscovita llamó el Acné Comunista, pero Gorbie tenía más problemas que unas cuantas dificultades cosméticas. El Cambio hizo que la Revolución de Marzo se acelerara y antes de que empezara el verano los nuevos líderes estaban en el poder. Tampoco tenían mucho mejor aspecto (algunos tenían dientes de Ambición), pero al menos ninguno rezumaba viruela comunista.
Los japoneses se lo tomaron muy a pecho y empezaron a ver cómo afectaría el Cambio al mercado internacional. Los europeos se volvieron un poquito salvajes; los franceses lanzaron un misil nuclear a la luna por ningún motivo en particular (pero pareció calmarlos un poco) y el Parlamento Británico aprobó una ley que convertía en ofensa criminal comentar el aspecto de los demás y luego se disolvió para siempre, y los alemanes permanecieron tranquilos durante tres meses y luego, casi como acto reflejo porque la atención mundial estaba distraída, invadieron Polonia.
Nadie había anticipado la malformación Agresora-simple. Verás, pensábamos que el cambio era más o menos completo. No sabíamos en ese momento que incluso la participación pasiva en un acto maligno nacional podía añadir nuevas y dramáticas arrugas a la fisonomía.
Ahora lo sabemos. Sabemos que el rostro humano puede retorcerse, doblarse y plegarse tan dramáticamente durante los dolores de la dinámica Agresora-simple que un ser humano puede caminar con la cara que es casi indistinguible de un ano con ojos. Es muy fácil hoy día distinguir a un alemán que apoyó la incursión polaca, o a un israelí o un palestino, ya que la mayoría de ellos sufrieron la Agresión-simple durante el Cambio en sí, o a alguien (y aquí hablamos de varios millones de personas) demasiado activo en el complejo industrial-militar americano.
Personalmente, Peter, aquello me hizo alegrarme de tener los estigmas que tenía.
Las iglesias se llenaron durante las primeras semanas y meses, aunque una mirada a la mayoría de los ministros, pastores y sacerdotes hizo bastante para vaciar los bancos. En justicia, un alto porcentaje de los hombres y las mujeres que vestían hábitos no eran ni mejor ni peor que el resto de nosotros durante el Cambio. Es que resulta demasiado difícil concentrarse en un sermón cuando una lepra de Mentiroso se está comiendo los párpados de alguien mientras escuchas. Eso no demostraba que la religión fuera una mentira, sólo que la mayoría de aquellos que predicaban la religión pensaban que estaban mintiendo.
Los ministros televisivos fueron los peores, por supuesto. Peor que los senadores, peor que los vendedores de seguros (todos recordamos esos estigmas) e incluso peores que los estigmas de tentáculos en lugar de lengua, y pólipos en vez de labios de los vendedores de coches.
Tu madre y yo lo vimos por cable aquella primera noche, Peter, cuando los ministros televisivos se autodestruían frente a las cámaras, uno tras otro. Los pailomas de Barrabás fueron los primeros, desde luego, pero esos papilomas eran infinitamente perores que los simples tumores que picoteaban mi mejilla y mi cuello. La mayoría de los teleevangelistas no eran más que papilomas, tentáculos y pólipos. Incluso sus ojos tenían bultos y verrugas. Luego la lepra de Mentiroso empezó a comerlos, sus papilomas supuraron y explotaron, los centros de sus caras empezaron a crecer hacia adentro en un estilo similar al modo de Agresión-simple sólo para pustular de nuevo en algo que parecía mucho a un hemorroide inflamado… y luego el proceso empezaba otra vez. Vimos a Jimmy Swaggart atravesar este ciclo tres veces antes de poder cambiar de canal y acudir a vomitar al cuarto de baño.
Ahora no quedan en antena muchos de esos telepredicadores.
Supongo que me he salido del tema, Peter. Te prometí una explicación… o lo más cercano a una que pudiera darte.
Bueno, no es una explicación, pero iré a los hechos y puede que sea suficiente.
Lo más difícil de todo era mirar a los niños. Normalmente empezaban su propio Cambio a los once o doce años, a veces en la pubertad pero no siempre, aunque algunos niños Cambiaron mucho más jóvenes y unos cuantos duraron hasta los diecisiete o dieciocho años.
Todos Cambiaron.
Y pudimos ver el motivo. Éramos nosotros. Los padres. Los adultos. Los que impartíamos cultura y compartíamos sabiduría.
Sólo que la cultura producía la viruela albina racista en los niños, y la sabiduría compartida tendía a aumentar su sistema de estupidez y una docena de otros estigmas.
Era doloroso mirarlos, no sólo por los efectos del Cambio, sino por lo que aquéllos decían de nosotros. Entonces nacieron los primeros bebés post-Cambio y los estigmas eran menores, innatos, pero ya en su sitio y creciendo. Nuestros genes llevaban ahora la información de los estigmas y nuestras personalidades se habían marcado en los fetos durante el Cambio.
Pero tú eras perfecto, Peter. En junio tenías ya un año, y eras sano, feliz y perfecto.
Recuerdo que era una noche agradable en la ciudad cuando tu madre y yo te vestimos con tus mejores ropitas azules, te pusimos una gorra porque las noches eran todavía frescas y te llevamos al parque de la ciudad. De hecho, tu madre te llevaba en brazos mientras yo cargaba una gran caja con todas nuestras fotografías del pre-Cambio, álbumes de fotos, películas caseras y cintas de video. No había ningún anuncio oficial sobre aquella primera Reunión de Catarsis en el parque, pero la noticia debía de haber corrido de boca en boca desde días antes, si no semanas.
Recuerdo que no hubo ningún orador oficial y nadie de entre la multitud habló tampoco. Simplemente nos reunimos alrededor del montón de madera y muebles rotos impregnados en keroseno cerca de la piscina municipal. Había silencio a excepción del ladrido nervioso de unos cuantos perros: silencio a excepción de los ladridos y los llantos y los gritos rápidamente silenciados de unos cuantos de los cientos de niños que habían sido llevados.
Entonces alguien (no tengo idea de quién) se adelantó y encendió la hoguera. Una mujer mayor con toda una vida de estigmas avanzó entonces y empezó a vaciar su caja de fotografías. Durante un momento fue una silueta solitaria contra las llamas y entonces algunas personas más empezaron a avanzar, normalmente hombres, mientras las mujeres se quedaban con los niños, y sin diálogo ni sentido de la ceremonia, empezamos a deshacernos de nuestras cajas de fotos. Recuerdo cómo las cintas de video se fundieron y arrugaron y restallaron… igual que nuestras caras durante el Cambio.
Entonces todos vaciamos nuestras cajas y mochilas y retrocedimos, una mano alzada para proteger nuestros rostros del terrible calor de la enorme hoguera. No podíamos ver la ciudad tras nosotros ahora, sólo las llamas y las chispas elevándose a la noche sin estrellas sobre nosotros y las caras estigmatizadas y enrojecidas por el calor de nuestros vecinos y amigos y conciudadanos.
Recuerdo lo excitados que estaban tus ojos azules. Peter. Tus mejillas eran rojas a la luz reflejada de la hoguera y tus ojos eran luminosos e intentabas sonreír, pero un aroma de locura en el aire hizo que tu sonrisa de un año se volviera un poco trémula.
Recuerdo lo tranquilo que yo estaba.
Tu madre y yo no lo habíamos discutido y no lo discutimos ahora. La miré con mi ojo bueno y ella me miró y ya nuestras nuevas caras parecían normales y necesarias.
Entonces te puso en mis brazos.
La mayoría de los que se acercaban ahora a la hoguera eran los padres, aunque había algunas mujeres (madres solteras posiblemente) e incluso un puñado de abuelos. Algunos de los niños empezaron a llorar mientras nos acercábamos al círculo de calor.
Tú no lloraste, Peter. Volviste la cara hacia uno de mis hombros y cerraste los ojos y los puños como si pudieras espantar un mal sueño sólo con no mirar.
No hubo vacilación. El hombre que tenía al lado arrojó en el mismo segundo, con el mismo movimiento que yo. Su hijo chilló mientras volaba hacia la hoguera. No oí nada por tu parte mientras te alzabas sobre la periferia exterior de las llamas, pareciste gravitar un segundo como considerando volar hacia arriba con las chispas y entonces caíste al corazón de la rugiente hoguera.
Todo duró menos de diez minutos.
Tu madre y yo regresamos a casa y cuando miré atrás, todo el mundo se había marchado excepto los miembros del departamento de bomberos, que esperaban con un camión para asegurarse de que la hoguera se consumiera sola. Recuerdo que tu madre y yo no hablamos durante el camino de regreso a casa. Recuerdo lo frescos y maravillosos que olían aquella noche los céspedes recién segados y los jardines regados.
No fue aquella noche, sino tal vez una semana más tarde, cuando vi por primera vez la pintada en una pared cerca de la estación de tren:
Las monstruosidades que caminaban por las calles era las caras de
algunas personas tan inacabadas como sus mentes.
Eric Hoffer
No sabía entonces quién era Eric Hoffer y admito que no he tenido tiempo de averiguarlo. No sé si estará aún vivo, pero espero que sí. Espero que estuviera presente durante el Cambio.
Vi ese eslogan escrito en varias partes después, aunque han pasado años desde que lo vi y tal vez he escrito mal las palabras. Sé que algunas personas del CDC se refieren al cambio como una epidemia estigmática de Hoffer, pero creo que se refieren al neurólogo alemán que fue el primero en presentar la teoría de la plasticidad ampliada del ARN-activo o como se llame ese retrovirus.
Magnífico. Ya no importa nada porque incluso los expertos admiten que el Cambio es definitivo y no hay vuelta atrás.
No queremos volver atrás. El Cambio fue doloroso; un nuevo Cambio sería horrible de soportar. Además, sería casi imposible vivir en un mundo donde hubiera que imaginar qué papilomas y surcos y lesiones acechaban ocultos bajo las sonrientes y rosadas pieles de nuestras parejas, amigos y colaboradores.
Eso es todo, Peter. Ya es casi la hora de las noticias de la CBS, así que tengo que marcharme.
Me siento bien después de haberte escrito. Pondré la carta en la caja del desván con las ropas de bebé que tu madre dobló tan cuidadosamente hace tantos años.
Sólo quería explicar lo que pasó.
Explicar y decir que sigo siendo…
Tu padre, que te quiere
Diana dice
Gracias por compartirlo, me pareció fuerte pero habla de situaciones reales que a veces como humanidad nos negamos a reconocer y a ver con esa claridad!
Ale dice
Si, es un cuento muy fuerte y también es difícil imaginar que estigmas aparecerían en nuestra propia cara.
Saludos.
Mina dice
Que fuerte, que cruel, que extraño, que interesante, que triste, me dejo una sensación rara como de desesperación, como de lastima, como de no se, esta muy impresionante; Y es que no a tal nivel pero de alguna forma todos llevamos reflejado lo que realmente somos en diferentes formas fisícas, no tan exageradamente, no tan abiertamente, pero puedes ver en las miradas de las personas sus intenciones, si son felices o estan tristes, si tienen maldad, en las comisuras de los labios si sonrien mucho y tienen las comisuras hacia arriba, o si pasan demasiado tiempo enojados y su frente ya muestra esas marcas, que interesante y que fuerte el cuento, me gusto mucho, que bueno que esa no es nuestra realidad, pero sirve para cambiar…, besos
Ale dice
Si, coincido en lo fuerte y en el impacto… y también en lo que dices; a veces, aunque no tan grotescas, las señas de lo que llevamos dentro están impresas en nuestra cara y en nuestro cuerpo.
Osvaldo el corsario dice
ahh jijo si esta bien crudo toda la onda me provoco cierta ansiedad asi como lugobre con tristeza algo bien raro ..jajaj quiero a mi mama
Ale dice
Que bueno que lo leíste carnal… si, te deja perplejo…