¿Que tienen en común la imaginación, Scarlett Johanson y Salvador Elizondo?
Nos ha pasado a todos: apretamos la imaginación y creamos en la mente un rostro para nuestro personaje favorito: de piel marrón, surcado por cicatrices; unos ojos encorvados, turbios, bajo unas cejas espesas. Luego, cuando llegamos al cine y vemos la cara que le han puesto, no sentimos defraudados: ¿cómo, Atreyu no era verde aceituna, Philip Marlow no era más fuerte y más joven?
Otra veces, sin embargo, ocurre lo contrario: el casting es tan bueno que hace que nos olvidemos de nuestra primer versión imaginaria. Por ejemplo: ya no puedo leer Patrick Beatman sin ver a Cristian Bale, estar en hotel de El resplandor sin ponerle a Jack Torrance la cara enfebrecida de Jack Nicholson, ni volver al Glasgow noventero de Irvine Welsh sin ver a Evan Macgregor y su pandilla de adictos chutarse en los callejones oscuros.
El cine, para bien o para mal, ha arruinado o encontrado el rostro ideal de nuestros héroes literarios. Y es que es muy fácil poner una de esas caras de actores reconocidos (que casi conocemos de memoria) en lugar del rostro (algo borroso todavía) del personaje del nuevo libro que leemos.
¡Lo confieso! Yo lo hago muy seguido: según la descripción del personaje llamo a un rápido casting mental para repartir el papel. A veces, incluso, (supongo que así pasa con los directores de casting de la vida real) decido hacer caso omiso de la descripción del escritor y meter, no más porque tengo ganas, a una u otra actriz en el rol protagónico.
Lo mejor de este juego es que puedo darle el papel a cualquiera, aunque no sea famoso: Monica Belluchi puede ser Sekure de Me llamo Rojo; mi abuelo a los 25 años es perfecto para el General Francisco Rosas de Los recuerdos del porvenir. ¡Incluso puedo ponerme a mi mismo! La última vez que lo hice fui Genly Ai, el enviado ecuménico de La mano izquierda de la oscuridad de Ursula K Leguin.
Bien, todo este rollo viene a cuento porque hace poco tuve experiencia sobrecogedora en la selección de mi casting mental.
Leía el cuento Narda o el verano de Salvador Elizondo. La historia: dos amigos toman unas vacaciones en una villa veraniega. Para hacerlo más entretenido deciden compartir a una misma mujer durante los días de descanso. ¿Pero a quién? No tienen idea, así que en cuanto llegan a la villa bajan al pueblo y recorren los bares para encontrar a la chica ideal para su aventura. En el bar de Tchomba encuentran a la candidata perfecta: Narda: una adolescente de ojos verdes y pelo rubio, corto, que lleva un vestido no muy moderno pero elegante.
La descripción de Elizondo dejaba mucho espacio a mis habilidad de director de casting: sólo tenía que encontrar a una chica rubia, de ojos verdes. Escogí, sin pensarlo mucho, a Scarlett Johansson, (es una de las chicas más bonitas y cachondas que he visto en mi vida).
En el cuento de Elizondo Narda-Scarlett acepta la propuesta y se va a la villa con los dos amigos, que por turnos, pasean y hacen el amor con ella en un bote o en la casa que rentaron. Elizondo nos envuelve poco a poco en el misterio de Narda, la hermosa mujer, antes amante del príncipe Tchomba (dueño de un restaurante caníbal), que huye de ellos una tarde cuando intentaban fotografiarla desnuda. La historia de Elizondo es muy buena, su estilo me mantuvo en vilo hasta llegar al sorpresivo final.
Durante algunos días más seguí viendo Narda en la piel de Scarlett. Cerraba los ojos y la veía bailar al compás de un enorme piano.
Lo mejor, o lo peor, es que me gustó tanto la interpretación de Johansson, que partir de esa interpretación mi fiebre por ella no hizo más que aumentar. Pronto comencé a darle papeles y papeles en un montón de cuentos y novelas eróticas, aún cuando su físico y su edad no encajaran del todo: ¡Escarlett podía ser la pobre y acongojada Justine del Marques de Sade, sofocada por tantas torturas y multitudinarias penetraciones, o hacer de Culculina de Ancona en las once mil vergas, exprimiendo al probre principe Molly Vibalano!
Seguramente mi descubrimiento del mundo del casting de lectores no es nuevo y muchos de ustedes hace ya tiempo que lo hacen. De cualquier forma, enfebrecido como estoy, no quiero más que contagiarles mi pasión por Narda, e implorarles que lean el cuento de Salvador Elizondo con Scarlett en el papel protagónico.
Por lo demás, sería interesante también, recibir propuestas de a qué personaje literario les gustaría que tal actor o cantante o deportista, interpretaran.