Buscando en viejos discos duros encontré los cuentos que escribí cuando iba en la prepa.
Esta semana pego aquí una copia de uno sobre una artista porno que revive trecientos años después de muerta. Ni una sola coma ha sido retocada, así que no se sorprendan de la ortografía o la redacción.
La vida
I. EL REGRESO
El doctor Halberstan tira del embolo atrayéndolo hacía él; el líquido dorado va llenando la jeringa a velocidad constante; millones de nanorobots penetran el aparatejo de metal preparados para trabajar. El doctor dicta a su computadora un par de coordenadas más, el cuerpo de Eve mostrado simulado en el reproductor virtual proyectado en una de las paredes indica a Halberstan en qué lugar deberá inyectar a la paciente. En sí el proceso necesita realizarse en el menor tiempo posible. El cuerpo de Eve ha sido descongelado hace una media hora y si no se actúa a conciencia las células dañadas serán irreparables.
Los colegas que colaboran en la resucitación no tienen muchas esperanzas, es como un dejavú, han repetido esto cientos de veces con el mismo resultado decepcionante. Muchos cuerpos se han perdido, errores de sincronía, mal funcionamiento en los nanorobots, indicaciones que se confunden dentro de las células de tantos otros pacientes. Antes de inyectarla los doctores llenan sus venas con sangre nueva, drenan el líquido anticongelante, operación de corazón que sustituye el marcapasos que sirvió por 300 años como repartidor, como la válvula que enviaba y recibía el líquido que circuló por las casi descompuestas venas. A tiempo, quizá esta oportunidad funcione; Insertan la substancia, en el cerebro, en la médula espinal, y en la planta de los pies. Máquinas calentadoras lanzan rayos caloríficos al cuerpo de Eve, “hay que mantenerlo caliente”. Los nanorobots comienzan a reparar todas y cada una de las células despedazadas por los cristales que produjo la congelación de –196 grados centígrados. La resucitación parece marchar bien, sin embargo con los demás pacientes fue idéntico. El fundamento teórico que se antojaba exacto, bien fundamentado e incuestionable había fallado y nadie entendía por qué. Se manejaron varias respuestas un tanto cuanto metafísicas: “ Es imposible volver a alguien a la vida. En el siglo XX confundieron las cosas y lo creyeron un poco posible. Pero el daño que las células sufren es por completo irreparable, por si fuera poco, ustedes criogenistas, nos han dado fuertes bases, tanto físicas como matemáticas que nos demuestran que científicamente el asunto es concebible. Algo está fallando, es cierto que somos seres racionales, pero, no estamos seguros que tanto se oponga la naturaleza a que la inmortalidad sea un echo constatable”.
Halberstan perdía la fe ciega que años atrás le había llevado a dedicarse al campo de la criogenia y entrar de lleno a trabajar en el laboratorio científico de Alcor en Inglaterra donde, hasta hace dos años, se había iniciado el proceso de revivir a los clientes cuando la nanotecnología hubo sido perfeccionada. Por más que trataban los clientes no podían ser vueltos al la vida. ¿Por qué? Esa era la interrogante, ni siquiera han estado cerca. Después de reparar las células y haber cambiado la sangre y cerrado las agujeros en el cráneo y pecho no lograban seguir adelante; electroshocks, iniciación de la respiración… los signos vitales no querían despertar en la maquinita indicadora ni en los clientes.
La placa con la información de la mujer que yacía sobre la plancha metálica dispuesta revivir indicaba que su muerte era por causas naturales, según la información, Eve había muerto a la edad de 26 años mientras dormía en su casa de Manchester. La mañana siguiente, su esposo la había encontrado muerta a su lado. Avisó a los encargados, prepararon el cuerpo e inmediatamente la pusieron en un avión y la trasladaron hasta las instalaciones de Alcor en Kansas, Estados Unidos. Un tiempo después – unos 100 años- cuando Inglaterra contaba con las tecnologías más avanzadas en el campo de la criogenia, Eve había sido regresada a su país natal aún dentro del tanque de Alcor, y la habían colocado junto con otros pacientes en la sala de espera.
Walt Disney fue el primero en ser descongelado, millonarios estrellas de cine, ingenieros y presidentes le siguieron inútilmente, los cuerpo de tantos congelados fue dado por “inutilizable e irrevivible” de modo que los familiares que continuaban pagando una mínima pensión que al pasar de los años sumaba un importante capital, exigieron el reembolso del dinero. Las esperanzas se perdían, Eve era de las pocas que continuaron esperando su descongelamiento o, bueno, realmente fueron los familiares de Eve – descendientes lejanos temporalmente- los que aún estaban interesados en que la paciente despertara.
Ni tan solo un sueño. Eve permaneció ausente por más de 300 años. No estaba en el cielo ni en el infierno y tampoco había reencarnado. Fue una desconexión, apagaron el interruptor de su vida. Se desvaneció en un sueño, se fue profundo con la esperanza de volver a ver la luz en un futuro utópico. Para su fortuna el mundo seguía en pie; una tercera guerra mundial con muchas consecuencias, la conquista del espacio, la clonación, el viaje dentro de la tierra, la vida extraterrestre, una sociedad con nuevas conductas morales y preguntas filosóficas que rayaban siempre en la tecnología y el futuro de la misma y, por supuesto el gran avance de la industria a la que Eve debía su vida.
El día de hoy es martes, los electrodiarios dan la noticia, la toman con optimismo, otros critican: “Será difícil, la paciente no se acostumbrara a vivir en una sociedad completamente distinta a la suya y, por si esto fura poco, estará sola en un mundo desconocido”. La expectación crece, la gente en las calles comenta el interés que hay por conocerla. Lo más significativo y lo que despierta el morbo es el pasado de Eve, una historia tibia que de no ser al trabajo que ella profesaba no despertaría este nivel de interés que, aunque en cierta parte se debe a el triunfo en un campo que solía ubicarse dentro de la ficción como lo es la criogenia, también es atribuible a la insípida carrera porno de Eve, a los pocos videos que se han rescatado y vendido como pan caliente. “Desde la era del sexo real. Eve, la primera mujer ha sido revivida, 300 años encapsulada”.
Mientras tanto, el doctor Halberstan no cabe de felicidad, consiguió traer de vuelta a Eve, se abren nuevos horizontes, es tiempo de la inmortalidad.
Eve permanece en el hospital; motores de calor cuidan su vida y los doctores, que van y vienen, revisan su pulso y dicen: “sí, parece que sí, todo en orden”. Para ella está resultado difícil, abrió los ojos, vive de nuevo y es como empezar de cero. Con las palabras y las imágenes que no entiende; las ve nítidas, sus ojos se acostumbraron al la luz, pero Eve no consigue darle un valor mental al objeto que tiene enfrente. No hace más que dormir, respira con lentitud sumida en recuerdos corporales. Su memoria irá despabilándose con el tiempo, por lo pronto es su cuerpo el que le transmite el raudal de emociones sin seguro que la hacen sentirse viva otra vez. ¿Por qué está aquí? Hace 310 años decidió formar parte del grupo experimental en Alcor cuando no encontraba algo que despertara entusiasmo en su vida cotidiana. Eve comenzó a filmar porno, le gustaba, comprendía que era lo único que podía hacer bien. Pero continuo sintiéndose vacía, FALTABA, eso era lo que FALTABA y se sentía impotente por no definirlo con palabras. Rodar, coger, gritar, comer, oír, venir, decir, sentir, vivir, todo daba igual. Su alma – como ella creía- estaba construida al vacío, no existía el QUE que la sacara dando tumbos, se aburría. Ni todas las drogas del universo ni todas las vergas del planeta ni todo el oro de Inglaterra le producían el mínimo escozor, solo sobrevivir y soñar con un futuro donde fuera distinto, donde ELLA fuera diferente.
Esto es el futuro, de pronto hay esperanza, al salir de aquí buscará un trabajo – de ser posible, un trabajo que haga bien- se instalará en un piso y empezará de cero, cero, cero en el 2302 y el sol a cuestas.
3 Meses después de regresar a la vida, Eve se dispone a salir. Su estado es inmejorable; es alta, trigueña, delgada y está ataviada con la ropa que, según le explicó el doctor Halberstan, se está usando; Los lentes plegables, unas pestañas enormes y violetas, un conjunto diminuto y térmico que aparte de ser elegante y atrevido resulta muy a la moda del 2302. De Londres regresa a Manchester. Observa las calles tratando de ubicar si algo de lo que está estuvo antes; Nada, el mundo de lo diminuto tomó por asalto a su ciudad y, al parecer, a todas las demás; pequeñas televisiones, pequeños sombreros, pequeñas dosis alimenticias, pequeños automóviles, las cosas son compactas y la tecnología tiende a irse empequeñeciendo más y más hasta deshacerse y entrar bajo el rango de la Antimateria, el siguiente paso de los químicos y físicos en e l mundo moderno.
Eve recibe dinero por parte del gobierno que la mantiene en una cómoda casa entre el barrio de los plutonianos y su antiguo hogar hace 3 centurias. Eve conoce amigos y se hace de un trabajo de promoción en Alcor. Su vida es desgastante, tienen la mayoría del día ocupada y no es posible siquiera conocer todas esas cosas que pasan allá afuera.
Foto de Eve antes de ser congelada
II. UN ViAJE
El reloj marca las .87 horas tiempo de Manchester. Eve toma un baño en seco en el regardón de su pieza de baño. Ya limpiecita cierra la puerta de su departamento, baja y toma un taxi que, por cierto, es conducido por un simpático afgano(de Afganistán) de cabellos transparentes.
El vuelo sale en dos horas desde el centro de lanzamientos en Bristol Inglaterra a solo 15 minutos de Manchester vía eléctrica. En su maleta Eve lleva importantes objetos personales; la foto de Edward – su gris esposo- la de su perro Joy y varias cintas mazitizadas y listas para ser reproducidas en el mini reproductor que también lleva, de Ella Fitzgeral, quien solían ser su solista favorita. A las .100 horas, está lista para despegar rumbo a Alfa Centauro, para ser más exactos, al planeta Uron donde ha reservado un cuarto con vista a las impresionantes cataratas lisérgicas que vio en un libro de turismo espacial. Aborda, asiento con ventanilla # 12612. Se recuesta, enciende un cigarro diatónico anodicotinado y saca del equipaje el reproductor musical; Ella (Fitzgeral) canta, un suave Jazz, Stairway to the stars, tiempos de adolescencia bajo el clima siempre frío y lluvioso de Inglaterra.
El transbordador se eleva; Ve subir el cielo, escalando a ritmo de Jazz cruza la atmósfera. La luna está a su izquierda y conforme la ve pasar el transbordador adquiere mayor velocidad: luz, velocidad luz y luego más, la velocidad infraespacial que tendrá a los pasajeros en 12 horas en Alfa Centauro y en 14 en el planeta Uron. La ventanilla no le sirve, afuera sólo se ve una nube de polvo, nada objetivo, es como el rastro que deja un electrón al ser contemplado bajo el microscopio. Delante de su asiento, en el compartimiento azul, una bola amarilla le está esperando para llenar su estómago, “Es comida Uroniana” le dice la azafata robótica “le servirá para acostumbrar su estómago”.
El transbordador entra a Alfa Centauro, desciende la velocidad para que los pasajeros aprecien las hermosuras del camino rumbo a Uron; rastros de supernovas, materia interestelar, planetas preciosos, satélites fosforescentes, trozos de asteroides y muchas, muchas estrellas, más brillantes y más cercanas que nunca. Al fin aterrizan, Eve no lo quería pero lo hace e Eve se siente un poco triste, le habría gustado quedarse flotando allá atrás por siempre.
Eve no quiere sufrir, está sola en la tierra, es una persona famosa, la primera y única – El doctor Halberstan jamás pudo volver a resucitar a alguien- mujer de otro siglo en la actualidad. Llega a Uron buscando un ambiente diferente, se está sintiendo igual que antes de ser congelada, nada le atrae, solo el espacio, las estrellas, su música, sin embargo esto no es suficiente para sobrevivir, al menos como a ella le gusta.
“Jesús escribió un cheque en blanco para mí y no lo he cambiado aún. Espero tener el tiempo suficiente” Eve piensa en esta frase, es de un grupo antiguo, es probable que Jonh se sintiera igual que ella, tal vez por eso compuso esa canción, “espero tener tiempo”. Pero el tiempo no es el problema, es su lugar, es ella.
Ahora está afuera del hotel “Gracimal” en la ciudad Metaz en la región Toral del planeta Uron. Eve ve a dos humanos que la saludan y la reconocen: “tu eres Eve ¿verdad?” “si, yo soy…”. Por más que se aleja no puede. La gente aquí no es gente, son seres de estatura entre los 2 metros y son bellos; de piel morada, caras gordas y graciosas, cuerpos atléticos y un idioma rarísimo al cual Eve se consagró con el afán de aprenderlo antes de venir.
Por lo pronto Eve decide escribir, a lo largo de su vida sintió esas ansias de plasmar en papel lo que sentía; los hombres, los sets porno, los penes penetrándola, sus lágrimas, su desilusión. Ahora está escribiendo, la pluma le tiembla, no se detiene, por nada del mundo se detendría. Un escrito de 33 páginas. Tiempo ,dar un paseo, caminar a lo largo de las llanuras plateadas del lugar, rentar un transporte de 48$ dralos. Más rápido, Eve controla el armatoste que se enfila entre construcciones y pirámides que revelan la mítica civilización Uroniana, en media hora está delante de los despeñaderos de Agard. Son muy similares a como el libro los pintaba; la arena plateada y las montañas a lo lejos dibujan parábolas temblorosas de un verde marrón penetrante. Cual dardo asertivo la imagen de su primer orgasmo delante de las cámaras la invade, “fue brutal, ese Bronzon era algo serio, aún no entiendo como no me hizo daño”. Estos pensamientos la abstraen, la mezcla de este exótico planeta y su vida en el siglo XX producen en Eve un efecto sedante. Absorta en la contemplación de su soledad, inesperadamente siente una mano que le toca la espalda. A su lado un Uroniano la esta saludando, “ Hola- le dice el morado individuo de cabellos azul marino- me llamo Ibraiz Gogan, gusto en conocerte”, “Ahh, hola – le responde- yo, bueno, este –le dice nerviosa- yo, este, yo me llamo Eve”. La suavidad con la que los Uranianos pronuncian su idioma… con seguridad el zul – el nombre de la lengua- es el idioma del amor.
Eve pasó los dos meses más maravillosos que nunca imaginó. Ibraiz era lo esperado, el Uroniano perfecto; caballeroso, audaz, inteligente, bien dotado y sensible. Su cara gorda y morada la llenaban de ternura, sus poderosos pectorales la excitaban; el sexo entre la pareja era brutal, orgasmo tras orgasmo, orgasmo, orgasmo con los múltiples e ingeniosos métodos que utilizó Ibraiz para sustituir la ausencia de un miembro. El tiempo volaba, las tardes se evaporaban con estruendo, pronto la noche con su café ensordecedor los tomaba por sorpresa y salían a divagar recorriendo todo el planeta – un planeta pequeño- de cabo a rabo; los cañones de Simatin, los lagos de ensueño de Trafiter, las depresiones de Pactuchk, la lluvia en Zopater, las bailarinas de Regadiz, la tecnología multilabial de Perdión.
Perspectiva de Eve desde la ventanilla del transbordador al entrar en Allfa Centauro
Una pena, pero tubo que ser así. Ibraiz concebía la vida desde un ángulo totalmente inverso al de Eve. Para él la calma transcurría en momentos cortados, espaciados por cada riesgo que corría. Mr. Gogan terminó cansándose de Eve, fue una tarde dorada cuando los sentidos se colmaban de apretones. Un momento de contemplación; Ibraiz se veía en el espejo, una masa de fuego lo quemó por dentro, esa vieja masa de desesperación de las edades subversivas; Se enfocó, viró la cabeza, y se golpeó furibundamente; se deshizo el pecho y despareció.
Uron, Uron no es mundo en el que las esperanzas sean más verídicas; los frutos se caen y las ganas y el cabello y las nalgas lo hacen de la misma forma. Es la decepción ignorante. Eve se lo sabia, no recrimina nada, el ciclo se cierra y es tiempo de regresar a las penumbras de su vida sin sentido. Manchester, Inglaterra, 2302, ella es una canción de PORTISHEAD confundida entre avalanchas aplaudibles tipo Tom Jones. Hora de regresar, tiempo de dejar la casa, de mudarse de piel.
III. EL REGRESO
La falta del sentido vital no era cuestión atañible únicamente al tan mentado siglo XX, es probable que lo que se vivió en aquél entonces fuera una temporada de contagio. La generación X debió de multiplicarse hasta el infinito adquiriendo poderoso arraigo dentro de los cientos de aperplejados humanos. Como sea, Eve es el offside. Se recuesta en la cama retagial, fuma, se desnuda, se siente; el peso se ha incrementado, la puta espalda lacerada. Una Eve inmortal que perdió la pasión por contemplar una flor o, por escupir sobre un puente: “Los puentes no existen”.
Eve descuelga el teléfono, marca: @912@. Las emergencias, las cyonturas. Eve lava sus dientes, se enfunda en un camisón blanco estilo siglo XX, destapa la coca-cola; las dos pastillas se resbalan cautelosas en su garganta. El sueño, todo otra vez, la luz se acaba, el hielo en su cuerpo colocado con rapidez por el equipo de emergencias. La solución en su sangre, le perforan el cerebro y le regresan el marcapasos; Nitrógeno liquido, rellenar de formulas, escándalo publicitario, el doctor Halberstan… Esta aquí, se ha vuelto a repetir, la última imagen de Eve en el tanque de Alcor en Londres, anticongelante, sueños de no cordura, quizá, hoy no, quizá en uno, dos o tres siglos más.
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La fotografía, aunque lo hayan críedo, no es de Eve, si no de Ariel, una chica que está haciendo un gran trabajo con su blog.