Una de las historias más brutales y dolorosas que he leído nunca; y la he leído varias veces.
Esta nueva lectura me golpea incluso más: la lealtad familiar condenando a Gregorio Samsa, quien ya estaba muerto y con un destino decidido desde antes de convertirse en un insecto (¿tipo cochinilla?).
Gregorio que asume, humildemente, que si ya se sacrificó en vida por el deber familiar, por la carga que las deudas del padre impusieron sobre su vida, bien podría hacerlo también con su muerte, y feliz, sosegado, llega a la misma conclusión que su familia: estarán mucho mejor sin él. El remate del libro, con la escena familiar, luminosa, de la familia feliz ya sin Gregorio, es el golpe final. También lo es pensar cómo se pudo haber sentido Franz para crear la Metamorfosis (bastante sabemos por sus biógrafos y por sus otras obras -Carta al padre, por ejemplo-). Pero más que éste testimonio fiel de la opresiones de su alma, no es necesario buscar para imaginar lo que se revolvía dentro del maestrazo Kafka para escribir algo así.
La herida del padre, incrustada, pudriéndose en su exoesqueleto en forma de manzana, matándolo poco a poco.
La culpa de Gregor de renunciar a su propia vida y la única salida que pudo encontrar para escapar: amanecer convertido en insecto y así escapar del destino.
Ojalá podamos nosotros encontrar otra forma de enfrentar nuestros deberes familiares que no sean o el sacrificio o la muerte.
Qué cabrón el Franz, que forma de mostrarnos cómo escribir desde la herida, a través de una imaginación que asombra, que inquieta, a través de la cual uno puede asomarse a los procesos de su alma.
Qué escalofrío es leerlo.
Qué escalofrío es imaginar a Franz escribiéndolo.