El ruido de un golpe me saca del baño: estaba leyendo sentado en la tasa hasta que el sonido me levanta y luego los gritos de Bastian me hacen correr a su cuarto. Ya sé que se cayó, estoy seguro porque cuando lo acosté le pregunté si quería dormirse sin protecciones y él me dijo que sí.
Prendo la luz y lo levanto del piso. Le está saliendo sangre de la boca y sigue llore y llore. Lo llevo al baño, lo enjuago y veo que la sangre le sale del labio. Se debió de pegar contra las cajas de juguetes al lado de su cama.
Chale ¿yo me habré caído alguna vez así? Tuvo que haberme pasado. Pero se siente bien gacho que le pase a mi hijo, aunque también, de algún modo, está bien, porque aunque no es bonito, todos nos damos en la madre, siempre, y crecemos y aprendemos a no caernos de la misma forma. Y aunque duele un chingo así es la vida. Lo importante es crecer, como sea. Hacernos más grandes y más fuertes y mejores. ¿no?
Sólo que yo ya estoy hasta la madre de crecer. De tener que estirar mis huesos y aspirar a ser mejor: mejor ser humano, mejor persona, mejor escritor, mejor papá. Estoy harto de los años nuevos y sus pinches doce uvas con sus retahílas de deseos: acabar mi novela, hacer ejercicio, comer mejor, meditar diario. Lo que sea, la cosa es siempre tener la mente fija en hacer más para sentirme mejor conmigo mismo. Y ya no quiero. Ya estoy cansado de que la palabra que me defina sea crecer.
Ahora quiero que sea estar. Estar. Únicamente estar y hacer las cosas porque quiero.
Hoy, después de dejar a Bastian en la escuela, pensé en eso, porque sobre el eje de Flores Magón vi un letrero de una primaria que presumía: “Ésta escuela no es para cualquiera, es sólo para unos cuantos: aquí formamos a los líderes del futuro”.
¡Putos líderes del futuro! me grita mi rabia de dientes apretados. Toda una pinche vida de maestros y trabajos y jefes y papás y obsesionados con ser mejores, con hacer más, con ser líderes impecables que guíen firmemente a los hombres hacia el porvenir, o alguna mamada de esas. ¿Por qué chingados querría que mi hijo fuera el líder del futuro? ¿Por qué chingados querría alguien formar a su hijo para que fuera el líder de otros pendejos obsesionados con ser mejores y superarse y crecer? ¿Por qué las escuelas no ofrecen otra cosa? Me imagino un letrero, igual de bonito, con los mismos niños de foto de stock y sus uniformes de escuela perfecta, pero que prometiera en vez de la abominable leyenda, lo siguiente: “Aquí formamos hombres felices”. ¿No sería mejor un futuro con menos líderes y más hombres satisfechos y felices?
Nunca lo había entendido, pero ya lo decía Tyler Durden: la auto superación es masturbacion. Y no porque no se pueda llegar al mismo lado, al de ser un mejor hombre, papá, amigo. Eso está bien, no hay problema, sólo que la ruta de ser feliz por estar en el presente es más corta, y cuando uno se hace mejor persona gracias a haberla recorrido, ni siquiera anda presumiéndolo por ahí, publicando estados en Facebook de lo iluminado que uno está y lo solidario y sensible y chakrasensibilizado que se ha vuelto.
Estoy hasta la puta verga de las metas y de ganar puntos extras en este pinche concurso de la autoaceptación.
Porque es un concurso infinito. Nunca se acaba. Cuando ya acumulaste un montón y crees que sí, al fin ya te lo ganaste, ya te puedes echar un rato en el sillón sin hacer nada, un juez invisible cambia el nivel de las recompensas y ahora ya no te alcanza para nada con tus pinches puntitos.
Nunca se acaba. Nunca Nunca Nunca. Siempre podemos ser más sensibles y más humanos y más fuertes y más macro-vegano-yogui-emprende-creativo-chingones.
No sé.
Yo ya no le entro.
Yo ya no quiero seguir creciendo a huevo. Ya me hartó ese discurso de mejorar y mejorar, como si sólo al lograrlo, al llegar y ser mejor, me diera chance de aceptarme. Como si sólo así me aceptaran los demás, mi papá, mi mamá, mi familia, Dios.
Chale, qué triste sería que mi hijo sintiera que tiene que crecer y ser mejor hombre para que lo quiera. Que tiene que aprender a no caerse de la cama o a no hacerse pipí en la noche. No, Bastian, le diría, no tienes que hacer absolutamente nada. Esto que siento por ti no tiene condiciones, no está amarrado a ningún futuro. Verte dormir aquí, después de que te cayeras y te abrieras la boca, es todo lo que necesitas hacer: ser.
Y también me lo digo a mí, que soy el que más lo necesita. Por qué estoy cansado de correr y estirarme para alcanzar unas migajas de tranquilidad y autorrealización.
Bueno, aquí un poema que escribí el otro día que me sentía desesperado y para sentir que tenía el control me dieron ganas de apretarme las tuercas y poner orden: hacer un catálogo de lo que estaba mal en mi vida y lo que debía hacer para cambiarlo y combatirlo, como siempre lo he hecho: enlistado las muchas cosas que tengo que mejorar.
Bueno. Hora de dormir. Le vuelvo a poner a Bastian las protecciones de al lado de su cama, porque no hay prisa, no tiene que aprender a dormirse sin caerse de la cama hoy mismo, todavía está chiquito.
Como yo.
Lili dice
Ame en verdad leer este escrito, refleja profundamente y a la vez tan ligero lo que quizá todos alguna vez sentimos.
Felicidades, espero leer más, pronto 🙂
Arantxa dice
Me encanto Ale, una de mis historias favoritas escritas por ti.
El final me llego muchísimo, “Todavía está chiquito, como yo”
Te quiero mucho hermanito, felicidades.
-Arantxa
Ale dice
Gracias, Hermanita Arantxa. Me gusta mucho que puedas leer lo que escribi: gracias y gracia spor compartirme lo que sentiste
Ale dice
Lili, Gracias y bienvenida yo también espero verte por aquí!
tyess dice
Tienes tu punto. Pero me parece que por ahí habrá alguna filosofía según la cual acabas de llegar al máximo crecimiento, al descubrir que ser, estar, hoy, son las palabras claves y que hay más mérito en la felicidad que en el poder 🙂
Ale dice
Tyess, estoy de acuerdo… esas filosofías lo dicen desde el principio, la cosa es que, la mayoría de los que entramos en ellas estamos rotos y no nos aceptamos y entramos para llegar ala meta y sentirnos en el presente, pero esa ambición por llegar y ser mejores tampoco nos hace estar en le presente… pero, de todos modos, a veces es la única forma y por algún lado se tiene que empezar, creo.
Sandra dice
Creo que te entiendo.
Parecemos entes corriendo tras el tiempo, esperando atrapar un cuerpo con todas las virtudes y cualidades, olvidándonos que simplemente corremos en círculos.
Y es maravilloso el mensaje que le dejas a tu hijo.
Felicidades por estas letras.
Ale dice
Gracias, Sandra. Así es, creo que cuando dejamos esas obsesiones y sólo estamos contentos, conseguimos muchos de los beneficios de la gran carrera, pero con alegría
Devon Kentao dice
Jejejeje, qué te puedo decir carnal, muchas de esas palabras tuyas me llegaron también en algún momento de los últimos años: ¿qué soy?, ¿qué debo ser?, ¿que quiero que sean mis hijos?
La casualidad o causalidad de las cosas a veces nos llevan incluso a desandar los mismos pasos en dimensiones paralelas, ese letrero del que hablas lo he visto muchas veces también, y me hizo preguntarme algo parecido ¿quiero que mis hijos sean los futuros “lideres” de este jodido mundo?; definitivamente dije: ¡NO! Quiero que sean líderes, pero de su propia vida.
Lo curioso del asunto es que yo sí me encontré el letrero adecuado (uno muy parecido al que proponías) en una de esas escuelas perdidas en las colonias de esta sulfurosa ciudad y ese letrero decía: “Esta es una Escuela de Niños Felices”.
Y no puedo decir que no, de repente en medio de todas estas ganas de ser nosotros mismos y enseñar a los nuestros a ser lo más cercano a eso mismo, también se pueden encontrar pequeños oasis que tienen la misma idea que nosotros. Yo encontré una forma de tener confianza y ser lo que tenía que ser en ese momento; ellos encontraron un lugar interesante para empezar a aprender a cómo serlo también y esos golpes nocturnos dejaron de resonar en la madrugada y se convirtieron en un triple abrazo comunitario que cada día extraño más, pero que me enseñó una gran lección.
La meta está ahí, la que nosotros queremos, la que queremos que sea y eso nos va a seguir dando vida, alegría y las ganas para que ese pequeño que nos vive dentro no se permita jamás envejecer.
Abrazos…
Ale dice
Carnalito, Devon. Gracias. ¿A poco vives por acá por mis mis mismos barrios? ¡hahah! Qué chido.
Lo que más me intriga de tu comentario es el de la escuela de niños felices… ¿en dónde está? ¡Quiero quiero quiero! Bueno, mi chango ahorita va en una guarderia del imss y la verdad estamos, y el está, muy contenta con ella. Pero para la primaria estaría bien.
Abrazos
Azurambar dice
Me gustó. A mi también me cagan los discursos de superación y de zona de confort y bueno ni qué decir de los Coelhos … Yo puedo ser tan feliz a veces que tengo que lidiar con los sentimientos de culpa que a veces eso me produce, es una felicidad tan pura porque no hay razón aparente para serlo según los estándares de la OCDE.
Ale dice
¡Que chingón, Azurambar! Pásate un poquita, para ponernos chidos. 🙂
Claudia dice
Cómo en una ocasión anterior leo de nuevo en el momento indicado… me rompieron el corazón y me doy ánimos para seguir, para estar tranquila, pero… ¡qué más da! ¿Por que seguir los estándares que dictan que el amor no nos debe hacer sufrir? Me partí con la última parte del poema:
“Da igual
En serio
Nada de eso me va a hacer
quererte más
que como te quise”
¡Gracias siempre por las letras!
Javier dice
Dudé en dejar comentario. He sabido de este sitio y de ti, Alejandro, por la publicación del Premio de Novela. No he leído más que dos o tres entradas, pero ésta me ha partido en dos. A ejercer la paciencia hasta que se publique la novela.
Ale dice
Javier, hermanito. Perdón por contestar tan tarde. Esta madre no me notificó de nuevos comentarios. Muchas gracias por tus palabras y, sí, ya casi casi sale la novela, para que la leas y me cuentes qué te pareció… ¡que nervios!