En la biblioteca Vasconcelos pensé en lo que decía Luis Ansa. Que las palabras eran las puertas para entrar al palacio de la memoria; acababa de leer en una revista (sentado en una de las salitas mientras Bastian se echaba su siesta) sobre los diarios y el poder que tienen para transportarnos hacia nosotros mismos.
Muchos años después podemos escoger que puerta abrir y viajar. Volver al pasado y sentir como nuestras células se calientan porque recuerdan y vuelven a sentir como sí estuviera pasando en ese momento.
Luis Ansa también distingue entre dos tipos de recuerdos: los calientes y los fríos: los fríos son la información, los datos, los números y las palabras que no abren ninguna puerta: recuerdo que dos más dos son cuatro, que el 11 de septiembre del 2001 salió en Love and Theft de Bob Dylan ( y pasó lo de las Torres gemelas). Los recuerdos calientes, por otro lado, te permiten viajar en el tiempo, son llaves para abrir momentos . Y la mejor forma para abrirlos son las palabras. Los diarios.
¡Ahh, como me habría gustado no haber abandonado mi diario de la primaria después de sólo 4 días!
Pero lo bueno es que ahora si nolo he abandonado. Y que bueno, porque en esta etapa mi vida está muy chingona. ¡Imagínate al Ale del futuro urgando en esta caja buscando entre las llaves oxidadas y encontrando esta! La del día que fui a la Vasconcelos y pensé en el Ale del futuro (cómo estás, camarada, saludos desde el pasado) y pasee con mi bebé, El Niño con la sonrisa más hermosa del mundo. El Bastian feliz en su carreola con el globo que le acababan de regalar en Soriana aferrado a su manita, volteando a todos lados en el centro comercial Forum Buenavista, al que fuimos después de la biblioteca.
Y bueno, antes de la biblioteca fuimos a la clínica del isste para que le pusieran su vacuna de la influenza. La enefermera me cayó muy bien. Era chaparrito y amable, muy amable. Inyectaba muy bien porque Bastian casi no lloró.
En la biblioteca Bastian jugo un muy buen rato en la sala de niños. Sacó sus tubos de gusano, gateo de aquí para allá en la alfombra y se puso a saludar a las chicas de la limpieza ( una de ellas, como de unos 18, parece coreana)
De regreso a la casa Lydia ya había llegado. Se veía guapísima, toda de negro y con los ojos pintados y las pestañas con un ligero toque esmeralda.
Comimos en la Vaca de mil colores porque todos los trastes estaban sucios y era imposible cocinar algo en ese desmadre.
Me gusta la Vaca. Ponen muy buena música (entre ella un cover de Hollis Brown de Bob Dylan). La chapata de tres quesos con hongos estaba deliciosa y también la cerveza. Estábamos ahí felices los tres, Basti muy contentó comiendose el bolillo que le acabábamos de comprar, con una de sus sonrisas que iluminan las calles más atestadas, y la preciosa Lydia enfrente de mí, relajada, brillando.
Fran Cuesta dice
Como siempre, maravilloso tu estilo amigo.