Cierto día Andrés Hurtado pasea por la Moncloa; se siente solo y algo melancólico y esa sensación lo hace ir a la tienda de Lulú y decirle que se ve muy guapa y después de un tiempo besarla. Lulú le dice que desde la primera vez que lo vio lo quiso, hacía años cuando acompañó a su amigo Julio a visitar su casa.
El amor de Lulú y Andrés es generoso. Los dos están contentos y viven una vida apacible; Andrés por primera vez en su vida tiene un trabajo que le gusta, lejos de los enfermos y de las calles y de su fallida vocación de doctor; ahora traduce libros de medicina y hasta escribe artículos propios desde su tranquilo estudio en su casa del barrio de Pozas.
Nunca en toda la novela habíamos visto a Andrés tan tranquilo y positivo, tan poco intelectual y tan vivo. Por primera vez después de páginas y páginas alguien más que él toma fuerza en la historia y en su vida.
Pero Andrés, como si mirara a un abismo intuye que tanta paz no puede durar mucho tiempo; siente, como un mal presentimiento, como el argumento final que confirmaría todas sus teorías pesimistas, que algo pasará, en cualquier momento.
Andrés al final tiene razón y Pío Baroja lo castiga y lo mete en el redil de sus propios pensamientos y teorías.
A pesar de todo es refrescante ver a Andrés moverse y amar. La única otra vez que lo hace en todo el libro es cuando le hace el amor, así, inesperadamente, a Dorotea, después de quedarse solos en aquella casa que rentaba en Alcolea del Campo. Esa vez, Andrés y la dueña de la casa se decían:
“—¿Se va usted de verdad mañana, don Andrés?
—Sí.
—Estamos solos; cuando usted quiera cenaremos.
—Voy a terminar en un momento.
—Me da pena verle a usted marchar. Ya le teníamos a usted como de la familia.
—¡Qué se le va a hacer! Ya no me quieren en el pueblo.
—No lo dirá usted por nosotros.
—No, no lo digo por ustedes. Es decir, no lo digo por usted. Si siento dejar el
pueblo, es más que nada por usted.
—¡Bah! Don Andrés.
—Créalo usted o no lo crea, tengo una gran opinión de usted. Me parece usted una
mujer muy buena, muy inteligente…
—¡Por Dios, don Andrés, que me va usted a confundir! —dijo ella riendo.
—Confúndase usted todo lo que quiera, Dorotea. Eso no quita para que sea verdad.
Lo malo que tiene usted…
—Vamos a ver lo malo… —replicó ella con seriedad fingida.
—Lo malo que tiene usted —siguió diciendo Andrés— es que está usted casada con
un hombre que es un idiota, un imbécil petulante, que le hace sufrir a usted, y a quien yo
como usted le engañaría con cualquiera.
—¡Jesús! ¡Dios mío! ¡Qué cosas me está usted diciendo!
—Son las verdades de la despedida… Realmente yo he sido un imbécil en no
haberle hecho a usted el amor.
—¿Ahora se acuerda usted de eso, don Andrés?
—Sí, ahora me acuerdo. No crea usted que no lo he pensado otras veces; pero me ha
faltado decisión. Hoy estamos solos en toda la casa. ¿No?
—Sí, estamos solos. Adiós, don Andrés; me voy.
—No se vaya usted, tengo que hablarle.
Dorotea, sorprendida del tono de mando de Andrés, se quedó.
—¿Qué me quiere usted? —dijo.
—Quédese usted aquí conmigo.
—Pero yo soy una mujer honrada, don Andrés —replicó Dorotea con voz ahogada.
—Ya lo sé, una mujer honrada y buena, casada con un idiota. Estamos solos, nadie
habría de saber que usted había sido mía. Esta noche para usted y para mí sería una
noche excepcional, extraña…
—Sí, ¿y el remordimiento?
—¿Remordimiento?
Andrés, con lucidez, comprendió que no debía discutir este punto.
—Hace un momento no creía que le iba a usted a decir esto. ¿Por qué se lo digo?
No sé. Mi corazón palpita ahora como un martillo de fragua.
Andrés se tuvo que apoyar en el hierro de la cama, pálido y tembloroso.
—¿Se pone usted malo? —murmuró Dorotea con voz ronca.
—No; no es nada.
Ella estaba también turbada, palpitante. Andrés apagó la luz y se acercó a ella.
Dorotea no resistió. Andrés estaba en aquel momento en plena inconsciencia…
Al amanecer comenzó a brillar la luz del día por entre las rendijas de las maderas.
Dorotea se incorporó. Andrés quiso retenerla entre sus brazos.”
El desenlace con Lulú y este momento con Dorotea destacan con una fuerza inusitada entre el resto del libro. El contraste es muy fuerte: en toda la novela Andrés se ve arrastrado por la vida, quejumbroso, inteligente, agudo y pensativo. Durante las demás páginas desfilan decenas de personajes, todos descritos impasiblemente, en donde apenas se pueden notar los sentimientos de Andrés hacía ellos. Todos pasan en la vida de Andrés sin pena ni gloria, sólo como imágenes circunstanciales adornando el fondo de su vida introspectiva.
Acaso el único personaje que a lo largo de la novela repite y es importante durante toda ella es su tío Iturrioz. Los demás, incluso su hermanito por quién al principio siente un gran cariño, desaparecen, este último muerto y olvidado, o pretendidamente olvidado por Andrés ante su cada vez más pesado hastío por todo lo que sea sentir y actuar.
Por eso Dorotea y principalmente Lulú son tan importantes en el libro de Baroja. Son tan importantes y tan conmovedores porqué en el fondo, por más etiquetas y teorías que el propio Baroja se haya puesto encima descubren el alma brillante del autor y sus ganas de amar y vivir. Y uno puede sentir esa alma en todo el libro, y conmueve. Por más que Pío intente esconderla avergonzado, se siente, se siente en estos dos momentos y en breves pinceladas en la relación con su hermano y cuando se indigna antes las injusticias, de joven, al ver como tratan a los enfermos o al ver el maltrato y el abandono de la gente.
Por eso disfruté de esta novela que Pio Baroja publico en 1911. A pesar de la frialdad, de la monotonía y la repetición, la novela conmueve. Tal vez por su honestidad absoluta, o tal vez por su tristeza y su soledad.
Me parece que de ese contraste es del que pretende hablar Baroja. De la diferencia entre la mente y la vida, entre el intelecto y los latidos del corazón. Por eso le puso al libro El árbol de la ciencia. Porque según la biblia, en el principio Dios hizo nacer el árbol de la vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal. “…mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”, había dicho Dios. El árbol de la ciencia según Baroja es el árbol del discernimiento, el árbol de la razón, del pensamiento y del análisis. El árbol que nos revela la verdad. Baroja no podía entender como Dios había prohibido comer de ese árbol, si era el único árbol que llevaría al hombre al conocimiento y le impediría ser un animal solo guiado por sus impulsos, -el árbol de la vida-.
De está distinción habla claramente Pío en esta novela. Insiste en oponer el conocimiento a la felicidad y el conocimiento a la brutalidad. Según él, los españoles de esos años eran seres poco pensantes, palurdos, bestias ignorantes arrastradas por la brutalidad de sus instintos. Lo que separaba a Andrés Hurtado de ellos era la ciencia, la razón, aunque esta ciencia lo condenara a la infelicidad, al pesimismo, al darse cuenta que nada podía hacer y a aceptar su condición miserablemente.
A mi me parece brutal separar las cosas tan categóricamente: impulsos: felicidad; razón: verdad. La ciencia y el análisis no tendrían que llevarnos a la tragedia y a la muerte en vida, como tampoco el árbol de la vida y los impulsos más primitivos tendrían que llevarnos a la destrucción, a la guerra y a la inconsciencia. Dios en esos días dio al hombre el libre albedrío, la voluntad de elegir. Y creo que la seguimos teniendo y podemos siempre escoger que hacemos con los frutos de cada árbol. Nosotros elegimos si usamos la mente y la razón para lo que sirve; para ordenar, para entender el mundo físico; y si usamos el impulso vital para sentir el mundo, para disfrutarlo y para sobrevivir en el.
Lo mejor de Baroja es que se da cuenta de esto. Se da cuenta que la intelectualidad de Andrés no lo deja vivir y lo expresa, tal vez de forma poco ventajosa, en las palabras de su tío Iturrioz. Y esto es lo que hace a esta novela tan real. Que Baroja entiende sus contradicciones y sabe que la vida, aunque el no quiera, se le sale del pecho e ilumina. Se da cuenta de ello y con diminutas pinceladas mancha el libro con esta luz, oculta bajo las toneladas de miedo, soledad y teorías y teorías.
Sonasingh1994 dice
hola bueno me puedes dejar un diario de lectura de arbol de la ciencia de parte quinta, de parte sexta y de parte septima por capitulos. Porfa es muy urgente . Adioss y Saludos