Janet Sarbanes es una escritora de los Ángeles. Este cuentito fue publicado en la última edición de Luvina (la revista de la universidad de Guadalajara). Estuve buscando algunos datos sobre ella y pude encontrar muy poco Así que mejor pasemos directamente al cuento que, la verdad sea dicha, habla muy bien de ella.
Anamnesis de Janet Sarbanes
Al principio me esforcé por mantenerme con vida. Alyssa aún no sabía de mí, y no era muy cuidadosa. Sus amigos venían todo el tiempo, con vino y cigarros, y se sentaban con nosotros en el techo a mirar las luces y las palmeras de Los Ángeles, que irradian desde nuestro edificio de departamentos en filas ordenadas que llegan hasta donde alcanza la vista. De día parecía agobiada por su nuevo trabajo en un nuevo spa hasta el otro lado de la ciudad, pero en esas noches y largas tardes de beber y fumar estaba relajada y brillante. Oscar siempre se quedaba después de que los otros se habían ido, y entre los dos había un entendimiento.
Por supuesto, cuando Alyssa finalmente se enteró de mí, fue en la dirección contraria, un poco exagerada, si me preguntan, porque me gustaba cuando estaba relajada y brillante, sin esa arruga en la frente y esa aguda nota de miedo cada que hablaba con Oscar. Sin estar del todo seguro, pude ver desde el primer instante que Oscar quería estar con nosotros para siempre, y eventualmente ella lo vio también. Era difícil no verlo cuando él se quedaba mañana, tarde y noche, y siempre se metía a nuestro lado de la cama.
Pero no habría más desmayos placenteros para mí, ni me perdería ya pedazos enteros del día —y no más despertarme repentinamente sintiéndome totalmente agitado, tampoco, porque Alyssa había dejado el alcohol y el café. Las cosas se acomodaron en una rutina bastante más aburrida, hablando fisiológicamente, pero al menos ya podía pensar de forma un poco más clara y percibir mis alrededores. Alyssa, ahora con Oscar, vive en un departamento en el sexto piso en algún lugar de Hollywood. Tiene pisos de madera dura sin pulir y necesita una nueva capa de pintura, pero es encantador, en especial en la madrugada, antes de que Alyssa y Oscar despierten; entonces parece un lugar dorado, mi nuevo hogar, o mi futuro hogar, hermosamente simple, un arreglo de alojamiento arquetípico, con sus techos altos, su cama baja, su mesa de roble y sus dos sillas, su chistoso sillón con adornos de brocado amarillos.
Estamos suscritos a Los Angeles Times, aunque realmente no estoy seguro para qué, porque todo lo que parecen leer Alyssa y Oscar son el horóscopo y las tiras cómicas. A veces intentan resolver el sudoku, pero les resulta muy difícil. Pasamos horas y horas en la mesa del desayuno en estas actividades. Ocasionalmente, veo de reojo la primera plana o la sección de opinión camino al sudoku y grito: «¡deténganse! ¡quiero leer eso!», como para poder entender un poco el mundo al que estoy por llegar, pero Alyssa sólo eructa y sigue adelante. Me preocupa un poco que mis padres no sean gente seria, pero Oscar dice que el sudoku mantiene la mente activa y previene el
Alzheimer, y no quiero que ninguno de ellos acabe teniendo eso.
Últimamente, han estado pasando mucho tiempo en el techo, pensando en extraterrestres. No si existen o no, sino si las luces que ven en el cielo son sus naves espaciales. La tía de Oscar fue brevemente secuestrada por los extraterrestres en Minnesota y tiene una imagen clara de cómo se ven: una gran cabeza en un pequeño cuerpo plateado, grandes ojos negros sin párpados, piel arrugada. «¡soy yo de quien está hablando!», le grito a Alyssa, que escucha sentada con una expresión soñadora, sobándose la panza como si inconscientemente supiera sobre la conexión. «No creo que los extraterrestres sigan siendo hostiles», dice Oscar, «si alguna vez lo fueron. Eso era paranoia de los cincuenta. Creo que sólo están tratando de ayudarnos». Alyssa asiente pensativa: «O de estar con nosotros. Desde hace años y años luz».
Sería muy difícil llamar a mis padres gente ambiciosa. Pero Oscar no tiene trabajo, así que supongo que no puedo resentirme por sus pequeños placeres. Aparentemente es un momento terrible para buscar trabajo, por lo que no pueden ponerme ese nombre en swahili que les gusta, que significa «aquél que nace en tiempos de prosperidad». Escojan algo simple y pónganme el nombre de alguno de sus padres, quiero decirles, pero mientras no me pongan el nombre de un lugar o un mes o un sentimiento, consideraré que tengo suerte.
No tener trabajo significa que Oscar dispone de más tiempo para su banda, y pasamos muchas noches en ensayos y trabajos en un dolor insoportable. Alyssa se retuerce y gira al ritmo de la música y yo hago lo mismo, con las manos sobre los oídos. Prefiero la música del elevador del consultorio del doctor, pero así es esto del amor, y Alyssa ama a Oscar y yo también. ¿Qué puedes hacer que no sea amar a tus padres, que están dispuestos a atenderte en todo?
Alyssa es una chica fuerte y flexible, con las manos firmes de una masajista, y espero con ansia su tacto. Oscar es un espécimen igualmente bueno, aunque con el cabello algo largo para ser padre. Y como, de acuerdo con Platón, olvidaré todo lo que sé una vez que nazca, y todo lo que aprenda a partir de ahí será una forma de recordarlo, pasará un largo tiempo antes de que nuestros gustos de lectura y música causen conflicto. Además, tienen corazón noble: por ejemplo, siempre le dan dinero a la drogadicta del lobby, que desde que me acuerdo ha estado tratando de recuperar su carro del empeño.
Y también está esa vez en que todavía me estaba agarrando de la pared del útero de Alyssa casi con los dientes, antes de que mi propio departamento dorado y simple se formara alrededor mío, y me solté un poco en un chorro de sangre —se había roto un vaso sanguíneo justo arriba de mí—, y casi me lleva la corriente. Oh, cómo sollozaron camino a emergencias, y por las cuatro horas que esperamos para ver a un doctor, aunque para cuando lo vimos ya estaba agarrándome fuerte de nuevo.
No, estoy bastante feliz con mis padres. El problema es mi tía. Gina, la hermana de Alyssa. Viene cada tercer día y sube los pies al sillón amarillo y deja que Alyssa cuide a su terrorífico bebé, August. Si Alyssa no persigue a August, destroza la página del sudoku, tira los aceites esenciales y orina en el ficus. Gina se queda ahí sentada, con los pies en el sillón, limándose las uñas y viendo a su hermana menor, que ha ido bastante lejos, y diciendo: «Hay que aguantar el paso, Alyssa, ¿cómo vas a poder criar un niño así?». Cuando está Oscar, él persigue a August y Gina le da palmadas al sillón para que Alyssa se siente junto a ella, y entonces nos entretiene con las historias de parto más horrendas que se han contado. «¡yo nunca le haría eso!», grito, y pateo hacia ella a través del estómago de Alyssa. A veces le doy a la vejiga de Alyssa por error, lo que causa que haga un gesto de dolor, y Gina dice: «¡El parto es mil veces peor!». Me retuerzo más, tratando de atacarla, y Alyssa se queda ahí, pálida y con náuseas. No es una escena bonita. Oh, y entonces Gina le pide a Alyssa que le sobe los pies. «Yo lo haría por ti», dice, sonriendo con poca sinceridad, «pero yo no soy la profesional».
No soy ingenuo sobre el pasaje de aquí hasta allá. Sé que no es nada placentero ni para la madre ni para el bebé, pero estoy entrenando constantemente para el gran evento. Me refiero a rutinas de entrenamiento de ocho a diez horas, a veces doce a catorce: marometas, trote, boxeo, patadas de karate. Alyssa, por su parte, hace yoga prenatal y respiración profunda, pero Gina se burla de eso también, de la idea de que cualquier mujer esté lista para el parto. «Sueño crepuscular», dice, «lo tenían en los viejos tiempos. ¡Denme ese sueño crepuscular!». «¿Pero qué hay del bebé?», dice Alyssa. «Los narcóticos drogan al bebé». «A la mierda con el bebé», dice Gina casi en silencio, mientras August vacía la bolsa de Alyssa en el piso. ¡a la mierda con el bebé! Estoy de acuerdo, y Alyssa se pone la mano en la panza y suspira.
El otro día fuimos a la casa de Gina, una gran mansión de estuco cubierta de malvas en las colinas de Hollywood, donde medio vive con el padre de August, un productor. Digo que medio vive con él porque nunca está: casi se divorcian antes de que llegara August, y la idea sigue sobre la mesa. Pero la gente de Hollywood puede tardar eternidades en estas cosas porque siempre están en locaciones. Gina era directora de casting antes de embarazarse, pero ahora pasa todo el día sentada en el sillón, cuidándose el manicure —en su casa o en la nuestra— y dándole órdenes a la criada o a Alyssa. Al menos en casa de Gina podemos flotar en la alberca, y como Alyssa no me está presionando puedo hacer rutinas olímpicas en serio. Si tan sólo pudieran ver lo que hago aquí adentro, pienso, y me pone triste porque no voy a poder hacer esto cuando puedan verme, sólo seré una bola patética e inútil.
En la tarde, Gina empieza de nuevo a hablarle a Alyssa sobre todo el equipo que tendrá que comprar para mí —puesto que Gina no me esperaba y le regaló todo el equipo de August a la chica del vestuario de su última película—, y lo cara que va a ser la guardería, y luego la escuela y la universidad —porque ¿qué tal si soy muy inteligente y quiero ir a la universidad?—, y lo irresponsables que son Alyssa y Oscar por traerme al mundo en su situación financiera. Alyssa se queda muy callada y se acurruca en su silla y Oscar miente y dice que tiene que ir a practicar con su banda, nada más para sacarnos de ahí. El colmo es cuando August se acerca, le sonríe dulcemente a Alyssa y le dice «Levántate, tonta, estás sentada en mi Transformer».
Alyssa está callada todo el camino a casa, y cuando llegamos al departamento, que está a cien grados por dentro, Oscar la toma de la mano y la lleva al techo, donde pone una cobija y almohadas. Se acuestan ahí, mirando el cielo, y Oscar dice muchas cosas sabias, sorprendentemente sabias, sobre lo infeliz que es Gina, lo solitaria y lo celosa que está de Alyssa, y que no importa lo diferente que sean, ellos siempre tendrán mucho amor que darme. Alyssa asiente y toma su mano, doblando sus dedos entre los de él. Entonces nos quedamos callados y escudriñamos el cielo, buscando naves espaciales, criaturas diferentes a nosotros, que entrarán a nuestras vidas y las cambiarán para siempre. Puede que me tome mucho tiempo recordar este momento después de nacer, pero algún día lo haré.
karlixxx dice
Es precioso el cuento!!
gracias por compartirlo ale!!
Libertad dice
Me gusto mucho !!! de repente me imagine sentada en el techo ja
Ale dice
Si, el final es muy bonito… hasta dan ganas d etener un bebe…jeje
Diana dice
Es un cuentazo. El punto de vista es harto original y eso de subirse al techo a platicar de cosas sabias es la onda. Este es un blog muy interesante, volveré.
Saludos
Ale dice
Diana, ¡gracias! Si, no maches, gran cuento, por cierto, no dejes de comprarte la luvina del último mes… además de este cuento vas a encontrar cosas muy buenas…
Un abrazo y gracias por pasar al blog