¡La gran noche americana! Los trenes, el puente de San Francisco, las ganas de comerse al mundo e ir por los caminos probando todo, o no probando nada: con la herida abierta, observando la vida como los budas: sin desear.
Después de leer tus libros me di cuenta que yo también estaba lleno de viajes, que quería lanzarme al mundo y suspirar con los ojos hermosos de los vagabundos.
Escuchaba el repiquetear de tu máquina en el cuarto de la casa de tu tía en Nueva York. Veía a Dean Moriarty y a los preciosos poetas con los que te rodeabas lanzar sus aullidos. Entonces me dieron ganas de probarlo, de escuchar la música de las teclas al golpear sobre mis historias.
Tu ritmo enloquecido, el uso de las y’s y las comas era como el rugido del camino, como el ruido acelerado que recorre nuestras venas.
Y entonces yo viajé y escribí y escribí y lo vi todo. Y llegue a buda y a su sutra del diamante.
Te pude ver en el porche de la casa de California junto a Gary Snyder haciendo haikus. Yo en tu lugar me habría quedado ahí, jugando a ser buda, siendo buda. Todavía me duele saber que después de esos días, del amor y los sutras divinos que se desprendían de las hojas de los árboles, tu vida cambió radicalmente: llegó a la fama y te moriste a los 47 años, solo, amargado, de cirrosis hepática.
Ahora me pregunto ¿quién salva más vidas, buda o las máquinas de escribir?
Tal vez ninguno, o tal vez los dos.
Aquí este poema que te escribí usando extractos de en el camino.
¡Quería ser un vagabundo!
(poema hecho con fragmentos de On the Road de Jack Kerouac)
Sentí una puñalada…
y he enseñado a Dean, por fin,
que puede hacer todo lo que quiera.
¡Yo también quiero ser un vagabundo ávido de pan y amor,
porque no sé a donde ir excepto a todas partes!
Un profeta que ha atravesado la tierra
entera para traer la misteriosa palabra,
todos los ruidos tristes posibles,
y al más grande de los poeta desde Rimbaud.
Sentí una puñalada en el corazón.
El olor a puta de la gran ciudad,
el olor del maíz como el roció en la noche,
los fantasmas de los viejos mineros sentados a mi lado
como el espíritu del oeste,
como el espíritu del oeste,
cómo la gran noche americana
golpeándome los muslos en la oscuridad.
¡Yo también quería ser un vagabundo y
sentí una puñalada en el corazón,
como me ocurre siempre que veo a una chica que me gusta!
Decidí, de modo silencioso y bello y puro,
que no había sitio a donde ir excepto a todas partes,
que no sabía quién era yo mismo,
que no sabía qué se había propuesto Dios al hacer un mundo tan triste.
Encendí una colilla
y la mantuve en alto igual a un faro
que se mantiene inmóvil por encima del furor de las olas;
los latidos de los neones en la suave noche,
el clac-clac de los altos tacones de las mujeres…
La esencia mental del loto
que caía abriendo la magia del cielo.
Era un manuscrito de la noche que no podíamos leer.
¡Y yo quería ser un vagabundo,
Porque la única gente que me interesa es la que está loca,
loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse,
con ganas de todo al mismo tiempo,
la gente que nunca bosteza ni habla de los lugares comunes,
sino que arde,
arde como fabulosos cohetes amarillos
explotando igual que arañas entre las estrellas!
He enseñado a Dean, por fin,
que puede hacer todo lo que quiera.
Verlo todo, saberlo todo, oírlo todo,
porque no hay sitio a donde ir excepto a todas partes.
Sentí entonces una puñalada en el corazón,
como me ocurre siempre que veo una chica que me gusta,
y que va en dirección opuesta a la mía,
por este enorme mundo.
karla dice
yehaaa!! un beet por acá… esto le habría gustado la foto excelente y tus letras también. fluido pensamiento.
Ale dice
Ahhh, el viejo Jack, ¡cómo lo quiero! ufff, me habría muerto si hubiera leído algo mío, jejeje
Ale dice
Ahhh, el viejo Jack… ¡cómo lo quiero! imagínate si hubiera leído algo mío, yo creo que me muero, jajaja